En esferas políticas y diplomáticas españolas empieza a tomar
cuerpo la teoría que establece que los problemas, serios problemas,
con Marruecos están aún por venir. Puesto que a los ya clásicos
"pesca, inmigración ilegal, tráfico de droga" se añadiría con una
contundencia cada vez mayor el derivado de la posición de nuestro
país ante el futuro del Sáhara. La que fuera colonia española ha
venido representando durante los últimos 25 años una especie de
«molestia» que los sucesivos gobiernos de Madrid han tratado con
escasa entereza.
Entre el abandono inicial de un franquismo agonizante, las
postura tibia de una UCD que tenía problemas más acuciantes, la
simpatía hacia el Polisario de unos socialistas que se mantenía más
en el plano intelectual que el de la política práctica, y la torpe
ambigüedad que al respecto alimenta el gobierno del PP, lo cierto
es que en nada se ha contribuido a que la avidez que siente
Marruecos por el Sáhara no acabe satisfaciéndose. Algo que haría
aún más rechazable la vergonzante política que España ha desplegado
hacia una población saharaui "concretada simplemente en cuatro
apoyos y cuatro intercambios" que en buena lógica debiera ser la
que con toda legitimidad escogiera su destino.
Llegados a este momento, desde Rabat han advertido que se hallan
ante la oportunidad adecuada para jugar sus cartas "llamada del
embajador a consultas con excusas poco serias, viaje de Mohamed VI
al territorio en litigio" ante Madrid. España viene manteniendo una
actitud de acatamiento a lo dispuesto por la ONU, favorable en
principio a la celebración en el Sáhara de ese referéndum que hasta
ahora la astucia y la cicatería marroquí han hecho inviable. No
obstante, tanto el ligero cambio experimentado por Naciones Unidas
tras oferta contenida en el denominado Plan Baker "en esencia,
concesión de un autogobierno temporal a los saharauis para después
celebrar un referéndum en el que Marruecos saldría casi
inevitablemente ganador por cuestiones de censo", como la
indiferencia que parece sentir el gobierno de Aznar por la
cuestión, han introducido un giro en el problema. La diplomacia
marroquí está dispuesta a aprovechar la situación. De tener éxito,
los españoles tendremos un motivo más para avergonzarnos cuando se
pronuncie la palabra Sáhara.
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