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Cuando el equipo de Francesc Antich se estableció en el Consolat de la Mar tras 16 años de hegemonía popular, una de las primeras medidas adoptadas fue cambiar el nombre de la institución, de Govern balear a Govern de les Illes Balears. Un cambio que quizá tuviera cierto sentido simbólico, pero poco o nulo efecto práctico. Ahora ocurre algo parecido. El Govern del Pacte de Progrés acaba de asumir dos importantísimas competencias: Sanidad y una parte del Inem (políticas activas de empleo). Y, nuevamente, la primera medida ha sido un cambio de nombre: Ib-Salut en lugar del Insalud nacional y SOIB en vez del Inem de antaño.

Es del todo entendible y lógico el cambio de logotipo y de nombre en cuanto que serán organismos diferentes encargados del mismo asunto. Pero no hay que caer en la tentación de quedarse ahí. El reto que se abre ante las autoridades autonómicas es enorme. Balears arrastra tras de sí un déficit secular en materia sanitaria y el objetivo a corto plazo debe ser colocarse a la altura de las primeras comunidades. En cuanto a la ocupación, nuestro Archipiélago, por fortuna, es zona de recepción de inmigrantes y ahí debe estar puesta la atención. No es poco ni fácil lo que queda por hacer y quizá al ciudadano le gustaría recibir una información clara y definida de los proyectos que el Govern se plantea en estas materias, algo más que unos logotipos. No se trata, por otra parte, de sobredimensionar las plantillas a base de nombramientos, nuevos cargos y burocracia, sino de optimizar los recursos y dar respuesta a las necesidades de la población, especialmente en lo referente a la prevención y al trato humano en los servicios sanitarios. Balears merece un entramado sanitario de máxima calidad. En manos del Govern está ahora conseguirlo. Para que no se reduzca todo a cambiar de nombre y de responsables, y el ciudadano perciba una auténtica mejora. Si no se logra, podrá ponerse en cuestión una larga lucha política y social, iniciada hace años, para dotar a Balears de mayores cotas de autogobierno.