Miles de personas acompañaron a los Reyes Magos a lo largo de su recorrido por las calles de Palma.

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Regalar un mundo no sería suficiente para satisfacer la gran ilusión que emanaba de los más pequeños al presenciar los Reyes Magos a su paso por las calles de Palma. No eran simples sonrisas, tampoco eran simples caras alegres, eran algo más. La cabalgata de ayer permitió una vez más comprobar la inmensa emoción con que viven los niños las últimas horas del 5 enero y, sobre todo, las primeras de hoy día 6.

Las calles de Palma estuvieron ayer durante la cabalgata de los Reyes Magos repletas de alegría, emoción e imaginación, engordada además con una ilusión sin límites que esta mañana se verá, a bien seguro, recompensada por Sus Majestades, que sin descanso sacaron fuerzas de flaqueza para no dejar un solo mallorquín sin regalo.

«Yo quiero una bicicleta», se le oía gritar con todas sus fuerzas al pequeño Daniel, de poco más de tres años, hijo de alemán y mallorquina, y que acudió a ver la cabalgata con su madre. Todos estaban pendientes de los Reyes, unos más que otros, ya que los había que los caramelos eran en ese momento su único objetivo. Esta mañana seguro que será diferente. «Mamá, ¿seguro que saben dónde vivimos?», le preguntaba Miguelito Reyes Castells a su madre y a su tía con su escaso castellano, sólo inteligible para sus padres.

Gestos y expresiones que sólo puede conseguir de los más pequeños la magia de los Reyes Magos, rostros de admiración que sólo logran Sus Majestades a su paso, que, aunque fatigados tras su largo viaje desde Oriente, no escatimaron en sonrisas, saludos y besos. Qué delicia ver a los más pequeños disfrutar tanto.