Un cuarto de hora antes del mediodía, entre españoles y
argentinos, algo más de 30 personas echaron a andar por detrás de
la bandera albiazul que portaban dos crías, golpeando sus cacerolas
y hacían sonar sus pitos. Este grupo de personas, a base del
'cacerolazo' global y bajo el lema de «¡Que se vayan todos! Que no
quede ni uno solo!», ponían de manifiesto su solidaridad con el
pueblo argentino, que atraviesa sus horas más bajas, al igual de
como lo hacían otras, a la misma hora "doce de «su» mediodía", en
ciudades de Estados Unidos, Brasil, Canadá, Alemania, Francia,
Italia, Dinamarca, Finlandia y España. El recorrido de esta
'cacerolada' fue a través de las calles San Miquel, Plaça Major,
escaleras del Teatre Principal, Born y Parc de la Mar, a lo largo
del cual se respetaron los semáforos y en ningún momento se
interfirió el tráfico. Como decía uno de los manifestantes, viendo
el escaso respaldo a la convocatoria, «será porque a lo mejor los
argentinos de acá se han acomodado, y encima como hace un día tan
bueno, y tan soleado...». Ni que decir tiene que por allí no
apareció ninguna autoridad, nos referimos a políticos, ni con mando
en plaza ni de los otros. Ni siquiera los políticos-solidarios.
El sábado también se reunieron en la Plaça de Cort un grupo de
manifestantes para protestar ante la situación política y económica
que se vive en Argentina. Los manifestantes tienen más que motivos
para hacer las 'caceroladas'.
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