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Durante los meses del invierno, cuando los árboles de hoja caduca aparecen con sus ramajes desnudos hasta la llegada de la primavera, los equipos de jardineros aprovechan para podarlos. Entonces, los ejemplares urbanos y los que flanquean algunas carreteras muestran una apariencia triste y mutilada, pero conveniente siempre y cuando se realice por especialistas y de forma selectiva. Así lo afirma el botánico Uli Werthein, autor de diversos libros de jardinería y quien advierte que «una poda mal hecha puede matar el árbol a la larga».

«Durante los últimos diez años se han realizado podas funestas, excesivas y fuera de lugar por parte de operarios no profesionales, sobre todo en los pueblos, destinadas a hacer leña», indica Werthein, quien aprecia una mayor calidad a nivel urbano de Palma. Como ejemplo, cita el cuidado que han suscitado los plateros de la Rambla y es Born, antaño víctimas de podas brutales y ahora mucho más selectivas.

La poda también debe variar en función de la especie arbórea y un exceso puede ser perjudicial al producir retoños muy fuertes que no florecen (como el caso de las jaracandas de Alcúdia) o enfermedades por hongos al debilitarlos y heridas profundas (como ocurrió con los plateros de Sóller y Esporles). Otros ejemplares muy esquimados de hoja perenne han demostrado una gran capacidad de regeneración, como es el caso de los grandes eucaliptus o ficus del Passeig Marítim. La ubicación urbana de un árbol requiere un tratamiento distinto que en un medio natural abierto. Así, debe prestarse más atención a la presencia de ramas secas que pueden caer. Sin embargo, los bosques, advierte Werthein, también requieren sus cuidados, lo que en su opinión no ocurre en Mallorca.