E l Tribunal Constitucional ha dado la razón al Govern del Pacte
de Progrés en su decisión de congelar la instalación de nuevas
grandes superficies en las Islas. Una respuesta que ha causado
satisfacción incluso a los líderes de la oposición popular, a pesar
de que el recurso contra la ley del comercio fue interpuesta por el
Gobierno central. Resulta natural la alegría generalizada entre
grupos políticos opuestos porque el articulado de la legislación
recurrida fue aprobada por la mayoría de partidos en el Parlament,
lo que viene a suponer que refleja el sentir de la mayoría de la
población. A pesar de ello, tres artículos continuarán en
suspensión por decisión del alto tribunal.
Es cierto que la llegada de las grandes superficies ha
trastocado drásticamente el mapa comercial de las Islas, provocando
el cierre de cientos de pequeños comercios, pero no había forma de
impedirlo. Nadie podrá alegar que la instalación de este tipo de
comercio ha sido perjudicial o contraria a los intereses de los
consumidores, porque cumplen una función necesaria y reclamada por
la ciudadanía. Sin embargo, el número de «hipers» que ahora hay
establecidos en el Archipiélago ha tocado techo. Todos los partidos
están de acuerdo en que no debe haber más macrosuperficies
comerciales. De este modo se intenta defender al comercio
tradicional, que también debe hacer un esfuerzo de adaptación a los
nuevos tiempos. La legislación autonómica tratará de poner orden en
un sector amplio y muy cercano al consumidor, de forma que las
pequeñas tiendas tengan también la posibilidad de competir en
igualdad de condiciones con las grandes distribuidoras.
Obstaculizar este proceso de autorregulación no puede conducir más
que a prolongar una situación poco deseable para todas las
partes.
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