Balears celebra hoy su día institucional en una festividad de
reciente creación que, seguramente, atraerá poco a la ciudadanía de
a pie, que prefiere disfrutar del puente festivo con una
climatología fantástica. Pese a ello, bueno es pararse un día al
año a pensar qué somos, de dónde venimos y adónde vamos, esas
famosas preguntas filosóficas para las que muy pocos tienen
respuestas. Quizá valiera la pena hacer estas preguntas a los
merecedores de las Medallas de Oro de la Comunitat de este año,
galardonados por su labor en favor de las Islas en diversas
áreas.
Teodor Úbeda, obispo de Mallorca desde hace casi treinta años,
ha vivido volcado en su pontificado y, al tiempo, ha conseguido
sentirse un mallorquín más y ha logrado que los mallorquines le
vean como tal. El GOB necesita pocas presentaciones; hace también
treinta años que vela por la integridad, la salud y el futuro de
nuestra tierra. La Obra Cultural Balear celebra cuarenta años de
compromiso con una cultura que lucha por permanecer viva en estos
tiempos de globalización. Y el Cercle Artístic de Ciutadella, una
institución con más de 120 años de historia, es todo un símbolo del
deseo de olvidar rencillas ideológicas para aglutinar a todos los
ciudadanos con inquietudes culturales.
Todos ellos merecen el reconocimiento otorgado ayer, como
también lo merecen los galardonados con los Premis Ramon Llull. Y
no sólo por sus méritos culturales, lingüísticos o sociales, sino,
sobre todo, por haberse convertido en referentes de esta tierra,
tanto para los nativos como para sus nuevos habitantes, llegados
desde cualquier rincón del mundo.
Hoy Balears es tierra de acogida y los premiados este año son
buena muestra de que una cultura se conserva viva si se le imprime
ilusión, esfuerzo e iniciativa.
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