TW
0

La cumbre europea celebrada hace dos años en Lisboa marcó un objetivo ambicioso e incierto: convertir a la UE en 2010 en la mayor potencia económica del mundo, integrada por 500 millones de ciudadanos, una vez concluida la ampliación de la unión hacia los países del este. La fecha se acerca peligrosamente y esa intención de hacerle sombra a la todopoderosa economía norteamericana se vislumbra, como mínimo, dudosa. El problema es que trece países diferentes optan a entrar en el selecto club que hoy ocupan quince socios y que llegaría a integrar a 28, de cumplirse los plazos previstos.

A esos trece países la Unión Europea les exige el cumplimiento de treinta requisitos, lo que va colocando a unos más cerca de la meta que a otros. Naciones como Rumanía tienen ante sí enormes retos económicos y sociales si quieren alcanzar los niveles de bienestar de que gozan los países mejor situados de Europa. Otros, en cambio, como Letonia, a pesar de su joven independencia "se separó de Rusia hace once años" ha cumplido ya 23 de esas exigencias y se prepara para entrar en la UE en 2004.

La cumbre europea de Barcelona ha invitado por primera vez a representantes de estos países a participar en los debates con voz, aunque, lógicamente, sin voto. Un avance que, aunque sea sólo un gesto, muestra la voluntad de la Unión Europea de abrirse para integrar cada vez a más europeos, con sus peculiaridades y culturas diferentes.

Pese a la riqueza que supone siempre la ampliación, hay que tener cautela con asuntos delicados que afectan directamente a nuestro país, como las ayudas a la agricultura, principal escollo para que los Estados del antiguo bloque soviético se integren plenamente en una Unión Europea que, además, deberá modificar sus estructuras políticas y legislativas para dar cabida a los nuevos socios.