«Estamos hartos de ver la utilización que los políticos hacen de la
Justicia, el horror que les causa la sola idea de la independencia
judicial. Poco les importa el daño que pueda hacerse el prestigio
de las instituciones democráticas». Ese es uno de los párrafos
recogidos en el documento suscrito por unanimidad en la junta de
jueces de Palma celebrada ayer en sa Gerreria. Un total de 37
jueces (todos los asistentes a la junta) de un total de 45
respaldaron la resolución, que contiene, entre otras cuestiones,
duros ataques a la clase política. Esta es la primera ocasión en
una junta de jueces de Palma suscribe un acuerdo de esa naturaleza,
que refleja la visión crítica del colectivo a una serie de
cuestiones inherentes a su trabajo.
«Si alguna vez los políticos quisieron que la Justicia
funcionara con eficacia y razonable rapidez han fracasado y no en
vano habrá de recordarse que la jurisdicción que arrastra desde
siempre mayor retraso es la contencioso-administrativa,
precisamente la especialmente encargada de controlar la actividad
de la Administración», señala el documento. Y añade: «Estamos
preocupados como jueces y como ciudadanos por el desánimo que todo
esto provoca en la sociedad, porque toda la sociedad democrática
necesita unas instituciones en las que poder confiar y si se
quiebra esa quiebra una parte importante de la confianza misma en
el Estado de Derecho».
La junta de jueces, reunida durante tres horas por iniciativa
del juez decano Palma, Pere Barceló, acordó, asimismo, «rechazar de
manera tajante» el sistema de incentivos para que los magistrados
resuelvan más asuntos planteado por el Ministerio de Justicia y el
Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Según el comunicado,
este plan de incentivos tiene como propósito «que dictemos más
sentencias», pero no que dediquen «más horas a la función
judicial». Por contra, los jueces de Palma solicitan «que se
revisen a la baja, y no al alza, los módulos de trabajo existentes
para que podamos dedicar a la resolución de cada asunto el tiempo
que merece, en lugar de intentar que trabajemos de forma más
acelerada y apresurada». Tras alertar contra «lecturas simplistas»
y subrayar su disposición a trabajar «el mismo tiempo, superior si
es menester a las 1.850 horas anuales, que es la jornada
ordinaria», los jueces abogan por que se les asigne «menor cantidad
de trabajo en pos de una mayor calidad».
Solicitan del Ministerio de Justicia que ponga los medios para
evitar situaciones como que un juez se vea obligado a celebrar
hasta quince juicios, «como está ocurriendo», y afirman que «si los
jueces seguimos señalando ese tan elevado número de juicios no es
tanto para cumplir los famosos módulos como para evitar que los
juzgados se colapsen». «Hemos venido sacrificando calidad del
servicio y serenidad en el ejercicio de la actividad para evitar el
colapso. Vamos a reconsiderar este extremo», advierten. Los
magistrados plantean su rechazo ante «cualquier sistema retributivo
que, por falta de transparencia, pueda poner en duda» su
independencia frente al poder político y alertan de que «está en
jugo la tutela judicial efectiva», por lo que prefieren «que no
mejoren en absoluto» sus retribuciones siempre que ello evite
«ahondar en el grave problema del desorbitado número de asuntos a
resolver por cada juez».
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