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Muy pocos recuerdan una Semana Santa en Mallorca que resultara tan pasada por agua como la de este año. Y es que ni los pancaritats que se celebran en los pueblos de la part forana se han podido librar del agua y del frío. Las inclemencias metereologicas, como mínimo, han condicionado y mucho estas celebraciones populares, cuando no las han obligado a aplazar. Este fue el caso de Campanet, donde el Ajuntament decidió ayer suspender todos los actos previstos en la ermita de Sant Miquel y aplazarlos hasta el próximo domingo. No será hasta entonces cuando los jóvenes del pueblo intenten escalar el pino de Monnàber, que ha quedado plantado junto a la ermita.

El aguacero que cayó sobre sa Pobla no impidió para nada que la fiesta fuera bien sonada, y ello a pesar de que en el municipio oficialmente el día era laborable. De hecho un bando de alcaldía en el Ajuntament recordaba esta circunstancia pero instaba a los poblers a tomar el día como una fiesta oficiosa. El oratorio de Crestatx se llenó hasta arriba de gente con motivo del oficio después del cual la gente pasó a besar la imagen de Santa Margalida y a pedirle su favor. El mal tiempo, eso sí, obligó a suspender la tradicional comida al aire libre a base de arròs pobler y panades. A pesar de ellos los poblers montaron en casa las comidas familiares tal y como si se tratase de la fiesta de Sant Antoni.

Mientras se preparaba la comida, los más jóvenes, al no poder ir a Crestatx, se refugiaron en los bares del pueblo, algunos de los cuales, a base de consumiciones y meriendas, hicieron su improvisado agosto. La comida oficial se cobijó en la sala Rex, donde el Ajuntament reunió a las personas que colaboran en la organización de la fiesta. A pesar de la lluvia se celebró la 40 edición del concurso de canción poblera, con una participación menor que en otros años, sobre todo en el apartado juvenil.

En Llubí la lluvia no impidió que un grupo de valientes subiesen a pie desde el pueblo hasta la ermita del Sant Crist, incluyendo algún regidor despistado y a la alcaldesa, Margalida Miquel. Al llegar encontraron los restos de la fiesta que los quintos montan cada año la noche anterior y que acaba a altas horas de la madrugada. A medida que pasaban las horas el tiempo iba a peor.

A pesar de ello fueron muchos los que se acercaron a la ermita para presenciar la misa o también para merendar unos deliciosos caracoles refugiados bajo un paraguas. En Llubí sí que era ayer festivo y la mayoría de las familias, en vista de las circunstancias, optaron por quedarse en casa. Los miembros el Ajuntament sí que comieron en la ermita, bajo un porche. De esta manera pudieron hacer guardia para repartir las cerca de 200 ensaimadas que se habían preparado para la jornada.

Por su parte, los alcudiencs debían celebrar también el pancaritat en la Victòria. La lluvia provocó una menor afluencia de gente y la suspensión de casi todos los actos. Escasamente cien personas se congregaron en la ermita y comieron de la paella que preparó el Ajuntament.