El clima de miedo y de permanente estado de alerta en Euskadi ha
propiciado un trágico suceso, la muerte de un escolta de una
concejal socialista que disparó a miembros de la Guardia Civil, que
iban de paisano y pretendían detener a unos delincuentes, al
confundirlos con terroristas. Evidentemente, nada de esto hubiera
sucedido en otras circunstancias y sin la constante presión del
mundo de la banda armada ETA y su entorno.
Pero tal vez otra de las cuestiones que cabe plantearse es la de
la necesaria coordinación entre las fuerzas y cuerpos de seguridad
del Estado, la Ertzaintza y los escoltas dedicados a la protección
de cargos públicos del País Vasco. Se puede afirmar que, en el caso
que nos ocupa, esa precisa coordinación ha sido inexistente.
En estos momentos, además, hay que lamentar que estos temas
deban plantearse cuando ya han sucedido y cuando el clima de terror
por un lado y la descoordinación por otro se han llevado por
delante la vida de una persona. De poco valen ya las lamentaciones
y es necesario que desde el Gobierno central y desde el Ejecutivo
vasco se articulen conjuntamente las medidas oportunas para evitar
que se repitan acontecimientos tan trágicos como éste.
Es evidente que los violentos no tienen ningún deseo de
abandonar el camino del asesinato y la coacción, lo dejaron muy
claro a través del último comunicado de ETA, por lo que la tensión
reinante en Euskadi y, muy especialmente entre los miembros de la
seguridad pública y la seguridad privada, no va a desaparecer.
Precisamente por ello hay que ordenar sus actuaciones,
coordinarlas, establecer mecanismos de funcionamiento seguros que
sean capaces de garantizar la integridad y la vida de todos
ellos.
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