Que en una ciudad como Palma y en una isla como Mallorca perviva un
poblado como Son Banya es algo incompatible, que chirría y que
indigna a cualquiera. Por eso se han tomado decisiones tendentes a
desmantelar esa aglomeración de chabolas en las que malviven unas
125 familias. Los problemas que se derivan de esas decisiones son
muchas, pero ahora se añaden otros nuevos. Que Son Banya debe
desaparecer es algo que todos comprenden, pero recolocar en otros
barrios a cientos de personas de etnia gitana no será, ni mucho
menos, fácil, máxime si tenemos en cuenta que una buena parte de
los vecinos son conocidos delincuentes.
Aquí entran en conflicto muchos elementos, y el racismo sólo es
uno de ellos, porque hoy en día casi nadie rechaza a otro por su
raza, sino más bien por su condición social, cultural y económica.
Por eso nadie querrá a inquilinos que se dediquen a la venta de
drogas en su barrio y en su finca. De ahí que se vea con buenos
ojos "a falta de una alternativa mejor" la idea de Cort de realojar
de momento sólo a las familias gitanas que jamás han tenido
contacto con el oscuro mundo del narcotráfico y cuyo único pecado
es la ignorancia, la pobreza y la marginación. Para ellos hay
también programas de inserción laboral y eso es, desde luego, una
gran noticia.
Pero ahora el probablemente próximo presidente de los vecinos se
ha sublevado contra esos planes y asegura que del poblado saldrán
todos o ninguno. Es dudoso que él pueda hacer tal cosa, pero por de
pronto ha creado polémica, rechazando las viviendas y exigiendo
simplemente dinero. Pero, ¿con qué garantías de que realmente el
dinero que se les vaya a entregar se destine a la adquisición de
viviendas? Su actitud es tan peregrina que cabe pensar que nadie
hará caso de sus reclamos. Es más, convendría que aclare su postura
y no desvíe la atención sobre el verdadero problema que les
afecta.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.