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El inicio del mes de mayo llegó ayer con una sorpresa para los turistas, que, ignorantes de toda la polémica creada aquí, se enteraban a su llegada al aeropuerto o a sus respectivos alojamientos hoteleros de que tendrían que abonar la ecotasa, dependiendo el importe del número de noches y de la categoría del hotel. Las diferentes formas de pensar entre ciudadanos de distinta procedencia se pusieron ayer de manifiesto.

Británicos y alemanes "quizá más y mejor informados por la prensa de sus respectivos países, que han sacado a relucir en repetidas ocasiones el asunto ecotasa" hacían gala de la conciencia ecológica que existe en Europa y se mostraban dispuestos a pagar el impuesto con tranquilidad, sabiendo que ese dinero contribuirá a preservar el paraíso particular que tienen en nuestras islas.

En cambio, los españoles, hartos seguramente de pagar impuestos por cada paso que dan, protestaron y se negaban a pagar este nuevo impuesto. Por lo demás, la jornada inaugural de la ecotasa transcurrió con normalidad, no exenta de cierta confusión, pese al notable esfuerzo informativo realizado por el Govern en los aeropuertos. Incluso el conseller de Turisme, Celestí Alomar, se prestó a colaborar, a pesar de que el folleto explicativo explica en realidad muy poco.

Otro gallo les ha cantado a los hoteleros. No sólo han sido incapaces de ofrecer una imagen de unidad a la hora de aplicar el impuesto y han optado por distintas fórmulas, sino que algunos piden a los clientes que firmen una carta en la que se unen a su lucha contra la ecotasa. Una postura "intentar involucrar al visitante en una «guerra» particular" que en nada beneficia al turista y a la imagen de nuestro archipiélago ante el mundo. La confusión está garantizada.