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Primer día en Kigoma, Tanzania. Llegada en avioneta desde Bujumbura, volando sobre el Tanganika y aterrizando en el pequeño aeropuerto de Ujiji, el centro más importante de venta de esclavos durante la época en que estuvo dominado por los musulmanes "hoy son la tercera parte de su población" y en cuyo mercado el periodista galés Stanley encontró al misionero "explorador escocés Livingston" «El Dr. Livingston, ¿supongo?», preguntó al verle, rodeado de nativos, en el mercado "que no bajo el gran mango que se levanta a la vera del pequeño y pobre museo Livingston", enemigo acérrimo de todo lo que tuviera que ver con la trata de esclavos, gran conocedor de Àfrica negra y descubridor del lago Ngami, río Zambeze y las cataratas Victoria, y que entonces andaba perdido por la zona del Tanganika buscando el nacimiento del Nilo.

A causa de esa falta de noticias del explorador, en 1869, el propietario del rotativo «The New York Herald» envió al periodista anglonorteamericano Henri Morton Standley, quien dio con él en noviembre de 1871 tras casi tres años de ardua búsqueda. Quién nos iba a decir a nosotros que ayer andaríamos por esos pagos. Kigoma y Ujiji realmente son la misma cosa. De hecho, al referirse a este trozo de tierra africano se le nombra Kigoma Ujiji. Así lo ponen los mapas, los carteles, casi todas las indicaciones, y el alcalde es alcalde de Kigoma Ujiji. En el centro del núcleo urbano de esta populosa ciudad de unos 130.000 habitantes, que vive principalmente de la pesca, la pequeña industria y el comercio y de la agricultura a pequeña escala, Veïns sense Fronteres tiene su cuartel general o centro cívico, que la consellera Caro y el presidente de esta ONG mallorquina, Jaume Obrador, inaugurarán mañana.

Con anterioridad, habíamos visitado el centro provisional para jóvenes Haki Kwa Wote y la parcela que el Ayuntamiento de Kigoma Ujiji ha entregado para construir el centro para jóvenes, la mayoría chicos de la calle por su condición de huérfanos de la guerra, algunos llegados hasta allí desde Burundi, de donde huyeron campo a través siendo unos niños, a raíz de las matanzas del 94. Poco antes de partir hacia ese lugar conocimos a María Magdalena, joven palmesana, estudiante de Pedagogía, que trabaja con VSF en Kigoma Ujiji, y que se mueve entre sus gentes como pez en el agua, entre otras cosas porque es activa, jovial, simpática y, pese a lo joven que es, habla el swahili, que ha aprendido en la calle «hablando con la gente en su idioma desde el primer día, pues nunca he tenido un traductor que me facilitara el trabajo» a lo largo de ocho meses repartidos en cuatro estancias en el país.

Ella nos hizo de cicerone durante la visita al citado centro, mostrándonos sus dependencias. «La rehabilitación de las casas donde viven los chicos ha corrido a cargo del Ajuntament de Palma», señaló. Nos acompañaba la consellera Caro y el presidente de VSF. Al día siguiente "ayer" acudimos a inaugurar el Centre d'Infants del Carrer de Mwocachi, financiado principalmente por Benestar Social y los ayuntamientos de Felanitx, Pollença y Lleida y por el Fons Mallorquí. El Ajuntament de Palma ha colaborado aportando literas y el colectivo de la Tercera Edad de la Vileta, bancos y mesas de piedra para el comedor. A mediodía se inauguró el citado centro con asistencia del embajador de España en Tanzania, señor Castroviejo y Bolívar.

La misión de María Magdalena en este lugar de Àfrica es, entre otras, la de formar a educadores de calle, trabajar con chicos en la calle, trabajar sobre derechos humanos, sobre resolución de conflictos, etc. Cuenta que la mayor parte de niños de la zona son huérfanos, hijos de la pobreza y de las guerras de los países vecinos. «Son niños que deambulan por las calles, buscándose la vida, sin tener un lugar fijo donde dormir ni comer». María Magdalena asegura que desde niña «he mamado el amor por las tierras africanas seguramente porque mi padre, Jaume Obrador, había pasado cinco años de su vida en Burundi». «A pesar de ello "añade", esta idea la veía lejana, aunque no imposible. Años después, tras haber participado en numerosas actividades de VSF, tuve la oportunidad de venir aquí a través de una beca».

Su trabajo en Kigoma es a full time, sin horario, «comienzas muy temprano, sobre las 7 de la mañana, y entre una cosa y otra no terminas nunca antes de las diez de la noche. ¿Cine o discoteca? Muy pocas veces, y cuando vamos lo hacemos con quienes participan de nuestros proyectos». Observamos que María Magdalena jamás pasa desapercibida en Kigoma. Sobre todo por su condición de mujer blanca. «Te reclaman siempre por eso, porque a lo mejor tienes lo que ellos no, dinero, pese a lo cual te cuesta hacerte amiga suya. Pero todo es cuestión de tiempo, de ganarte su confianza. Si te lo propones, poco a poco te vas dando cuenta de que entras en su cultura y que te van aceptando. ¿Que si me enrolla Àfrica? Estoy convencida de que existe el mal de Àfrica. Lo siento, lo noto y me engancha».