La representante de Letonia, Marie N, la única ganadora del festival.

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DAVID NADAL Y JULIÀN AGUIRRE ENVIADOS ESPECIALES A TALLÍN
Rosa no ha perdido, únicamente no ha ganado, que era lo que se esperaba en España, pero que ni se intuía en Europa. Pero ahora ya no importa, sobretodo a la una y media de la madrugada del sábado. Había que desconectar tras una semana de tensión, nervios y trabajo; ahora tocaba pasárselo bien, o eso era la teoría y lo que ponía el programa. Se había organizado una fiesta, la de los ganadores... y la de los participantes; una fiesta de hermandad. Con fans y periodistas incluidos, así que para los cantantes continuaba el trabajo, ya que hubo entrevistas, sesión de fotos y multitud de firma de autógrafos hasta la mañana. Y allí estuvo Rosa "obligada por la delegación española" y Geno "la más marchosa del coro", porque el resto no quisieron saber nada de fiestas. No estaban para bromas, aunque supieron poner una sonrisa y decir aquello de que «Lo más importante era estar aquí para aprender». Después, a dormir.

«No hemos perdido, estar aquí ya es un triunfo», dijo Rosa tras quedar séptima en un festival que desde España se la colocaba como ganadora segura "por la mañana saltó el rumor de que España había comprado el festival". «Yo estoy muy contenta, ahora me toca pensar en mi gira, en mi disco y en lo bonito que ha sido esto», añadió.

Rosa aguantó estoicamente los miles de flashes, cientos de fans, decenas de preguntas que buscaron respuestas. Nina, y Boris Izaguirre se sumaron a la comitiva. Salieron todos en la foto. Mientras, parte de la familia eurovisiva, unos 1.500 de sus miembros, disfrutaba de la música, la comida y el ambiente.