Nos vamos a trabajar, pero ellos se quedan; nos vamos a la playa,
pero ellos se quedan; nos vamos al cine, y ellos se quedan; nos
vamos a cenar, pero ellos no vienen. Ellos siempre están ahí.
Nuestros mayores no tienen prisa, aunque son ellos los que
deberían tenerla; nuestros mayores tienen paciencia, aunque lo
normal es que la hubieran perdido. Ellos siempre dicen sí.
Llega el verano y con él los más pequeños. El colegio se acaba,
las tardes son más largas, pero el trabajo es el mismo. Y los
padres tienen prisa y se desesperan. Pero ellos están ahí, nuestros
mayores, para ocuparse de nuestros hijos, nuestros hermanitos y
nuestros sobrinos. Ellos sí tienen tiempo.
No hay nadie que aproveche más los parques de Palma que los
mayores, que allí están jugueteando con los pequeños. Por algo será
que muchos abuelos y nietos se llevan mejor que padres e hijos.
Y es que los abuelitos lo son por algo. Gracias a ellos la vida
aún va despacio.
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