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Mallorca es sol y playa, todo el mundo lo sabe, pero también es mucho más. Las guías turísticas se encuentran repletas de fotos que invitan a visitar el centro histórico de Palma, además de las poblaciones más famosas por su rico patrimonio arquitectónico y paisajístico, como Valldemossa, Alcúdia, Sóller o Deià.

Pero los turistas vienen, básicamente, por el sol. Y por eso van aplazando el momento de conocer estas bellezas culturales hasta el día en que el sol decide esconderse detrás de unas nubes persistentes.

Y eso ocurrió ayer. Las temperaturas fresquitas "no se superaron los 22 grados" y la fuerza del viento "de cuarenta kilómetros por hora en Palma" convirtieron la jornada en el escenario perfecto para recorrer calles empedradas y conocer monumentos y rincones de una ciudad para muchos desconocida y hacer, de paso, las obligadas compras de souvenirs. La catedral, el Palau de la Almudaina, con las murallas, Cort y el Parc de la Mar son las estrellas indiscutibles del recorrido. Cientos de turistas de todas las nacionalidades se agolpan ante cada uno de esos monumentos para admirar y, sobre todo, fotografiar sus estampas.

Los más independientes se organizan el paseo a su gusto, plano en mano, para detenerse más tiempo donde quieren y pasar de largo aquellos elementos que les resultan menos interesantes. Otros prefieren los servicios de un buen guía profesional que, además de conducirles por cada rincón, les desvela los secretos ocultos de todos esos edificios centenarios.

A mediodía los kilómetros caminados, empiezan a pesar y es el instante perfecto para sentarse en una terraza "después de todo, no hace tan mal tiempo" y disfrutar de cualquiera de las especialidades locales. Aunque muchos todavía prefieren lo malo conocido: salchichas, hamburguesas o pizzas.