TW
0

Una hora antes de que la música de Bizet comenzara a sonar en el patio de la Misericòrdia, Rafael Lladó, escenógrafo, comentaba: «Suena estupendamente; las chicas están fantásticas, la moda de los años veinte sienta muy bien a las mujeres; creo que hemos conseguido un espectáculo de nivel». Se refería al ensayo general con público de la ópera «Carmen» que, trasladada a los años veinte, se representaba al aire libre en un escenario muy poco habitual. Al frente, la batuta de Renato Palumbo, director italiano bien conocido en Mallorca.

La apuesta de la Fundació Teatre Principal se enfrentaba a la primera prueba de fuego antes del estreno, el día 27. Atrás quedaban los ajustes de última hora tras varias semanas de ensayos. «Hoy ya no hay nervios», decía Lladó. Detrás del escenario, se había instalado un pequeño bar, donde se servían bocadillos y bebidas.

El elenco multirracial de «Carmen» se compenetró desde el principio, ajustándose las ideas de Rafael Durán, director de escena, y Lladó quienes, con atrevimiento, sacaron a la gitana tabaquera y a sus enamorados, el oficial y el torero, de la clásica recreación historicista. El figón se trocó en cabaret donde se encontraron los ricos y los pobres, las obreras y los señoritos en la noche sevillana que no fue la de Merimée. La que inventaron Durán y Lladó quería transmitir la «libertad» que «encarna el personaje, más acorde con la época de entreguerras» que con la España que dibujó el libretista francés.