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El padrón de los distintos municipios de Balears arroja una cifra que supera los ochenta mil extranjeros residiendo en nuestra Comunitat, mientras oficialmente sólo se reconoce la mitad. Lo cierto es que cuando se habla de inmigración resulta del todo imposible concretar números exactos, pues muchos de los que llegan a diario a una región determinada lo hacen 'sin papeles' y sin la posibilidad de obtenerlos oficialmente. Pero al margen de este argumento, hay que subrayar que aquí, en Balears, muchos extranjeros "más de treinta mil" son ciudadanos de la Europa comunitaria, que no tienen obligación de darse de alta en los registros, de forma que también escapan a las estadísticas.

Con todo ello resulta fácil saber cómo es que las autoridades policiales manejan datos que no se corresponden en absoluto con la realidad. Como tampoco tiene nada que ver con la realidad la percepción "algo xenófoba, reconozcámoslo" que el común de la ciudadanía tiene respecto a los inmigrantes. En general solemos tildarlos de analfabetos, cuando las estadísticas demuestran que la mayoría de ellos cuenta con estudios medios o universitarios, aunque aquí se vean obligados a trabajar en oficios duros que en nada se relacionan con su formación profesional.

Tópicos aparte, lo que urge es una regulación clara de este asunto, ya que la Ley de Extranjería parece dar frutos sólo a medias. Si en nuestras Islas conviven ya más de ochenta mil extranjeros, es bueno que todos ellos tengan sus permisos en regla para poder trabajar "de hecho, lo hacen, con papeles o sin ellos" y también para acceder a las prestaciones y ventajas que tenemos los demás, como el derecho a la sanidad y a la educación públicas. Sólo así podremos construir una sociedad solidaria, justa y sin prejuicios.