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Eran las 22.00 horas. Al ritmo de la música popular, la gente se acumula alrededor del escenario situado en la Plaça des Güell. Los recién llegados aprovechan hasta el último instante para inscribirse a la prueba en una caseta habilitada para la ocasión.

· 23.00 horas. Miles de personas obedecen al ruido de los cohetes que anuncian el comienzo de la marcha a Lluc. Las bromas iniciales y el olor a pólvora marcan los primeros pasos por la calle Aragó. Junto a dos amigos se encuentra David Fernández, que ante su primer intento por recorrer los 48 kilómetros a pie, se muestra muy expectante: «Vamos a intentar aguantar hasta el final, pero me han advertido que tenga cuidado en el monte, ya que se hace realmente duro».

· 24.00 horas. En pleno calentamiento nos despedimos de Palma y es entonces cuando la oscuridad de la carretera comienza a cernirse sobre nosotros. Pero varios caminantes se rebelan ante la soledad de la noche. Al ritmo del tema «Ave María» de David Bisbal (aunque parezca mentira varios jóvenes llevaban radiocasetes colgados de sus brazos), los collares luminosos de verbena comienzan a percibirse en la oscuridad.

· 01.00 horas. La bella iluminación de la Torre del Convento de Santa María nos da la bienvenida al pueblo, donde nos ofrecen agua para aliviar los primeros sudores. En el puesto de avituallamiento se encuentra Juan Inarejos, voluntario de la prueba por quinto año consecutivo. «Me gusta hacer esto por el buen ambiente que reina en la ruta. A nosotros sólo nos toca dar un poco de agua, ya que a este punto la gente llaga todavía en muy buenas condiciones», explica.

· 02.30 horas. Entre el pacífico silencio de la noche mallorquina, tan sólo vulnerado por los caprichos de algunos grillos, la temida pregunta azota los oídos de los caminantes. «¿Cuántos kilómetros quedan para Lluc?, dice un pequeño caminante de apenas 12 años. Tan sólo la experiencia de un hombre mayor con una espesa barba blanca apacigua los ánimos del pelotón: «Tranquilo, hijo, que ya sólo quedan treinta».

· 03.45 horas. Mientras la luna se erige como guía en el estrellado horizonte, dos niños buscan desesperadamente a su cuadrilla. Dani Piqueras y Toni Gómez, ambos de 11 años y en su primera experiencia hacia Lluc, van reconociendo las dificultades del terreno: «Nos lo estamos pasando muy bien, pero empezamos a estar cansados y hace un rato que hemos perdido a nuestros amigos».

· 05.00 horas. Tras sufrir los primeros síntomas de cansancio, el ratito de descanso en Selva, aderezado con una sabrosa manzana, nos depara una curiosa sorpresa. Un nutrido grupo de seguidores del Real Mallorca, entre los que se encuentran Manuel Rubio y Juan Carlos Compay, lucen los colores y la bandera del conjunto bermellón. «Nosotros somos empleados del club y prometimos que si el Mallorca se quedaba en Primera iríamos todos a Lluc», señala Manuel Rubio. Ante futuras ediciones de la marcha, Carlos Compay eleva el listón: «Si conseguimos un título o nos clasificamos para la UEFA, volveremos a venir».

· 07.00 horas. Después de padecer lo insufrible en las duras rampas que rodean al Monasterio de Lluc, su bella estampa nos saluda entre los rebeldes matorrales. Atrás quedan los calambres, las rozaduras y el sueño. Alcanzar el Monasterio se convierte en una bendición para todos los colegas de ruta, reconocidos por la organización con un diploma acreditativo. Y tras el camino, la ofrenda de flores a la Virgen, presidida por el alcalde de Palma Joan Fageda.