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El derroche de talento, creatividad y originalidad se entremezclan con el vandalismo y la gamberradas en los graffitis. A la calle Joan Coll, de Palma, en el barrio de Son Gotleu de Palma se la podría denominar como una gigantesca galería de arte callejero. Todas las paredes de esta calle estan pintadas, incluso farolas, contenedores de basura, cuadros de electricidad, barreras de garages, etc. No se escapa ni un sólo centímetro que los «artistas» anónimos no lo hayan rellenado de colorido a ritmo de spray. Quizás, algunos estudiantes del instituto Josep Sureda i Blanes, sepan quienes son los creadores de algunos de esos trabajos, que apesar de la lluvia, el sol o las inclemencias del tiempo siguen resaltando en la desolada calle. Poca circulación de transeúntes o vehículos, a excepción de la entrada o salida de los adolescentes al centro escolar. No hay entradas a ninguna vivienda, pero sí una puerta trasera del sanatorio Mater Misericordia, la cual también está pintada a lo alto y ancho de su plancha de metal. Allí nos hicieron públicas sus quejas por la «mutilación» que sufre constantemente una de sus puertas. Algunos vecinos que pasean por la calle, que sólo es de pasada, se quejan de la delincuencia que se produce en ella al caer el atardecer, así como el estridente ruido que hacen las motocicletas con el tubo de escape libre.

El colegio Sant Vicenç Ferrer también tiene una pared trasera que da a esta calle. En un tramo destaca una pintada, donde aparece el rostro de dos bebés que delata gran talento por parte de su «creador». La mayoría de los graffitis se inspiran en figuras y formas infantiles de cómics o personajes de cuentos para mayores. Abundan los colores alegres, amarillos, azules, rojos, etc. con una interesante mezcla en algunos dibujos con relieve. Las marcas estan muy definidas y los peces, más bien, pirañas, parecen ser el animal preferido de los dibujantes, pues aparecen en varias pintadas a lo largo de los casi cuatrocientos metros de calle. Pero esta no es la única calle de Ciutat en la que la «invasión» de los graffitis haya dejado huella. En el polígono de Llevant, junto al instituto Antoni Maura, también hay numerosos murales de cemento donde se puede apreciar el amor por este tipo de actividad juvenil.

Para llevar a cabo estos trabajos es necesario disponer de bastantes sprays de diferentes colores y tener clara la idea del dibujo que se quiere realizar. Los hay que, de tanta práctica, realizan estas pintadas en pocos minutos. E incluso hay grupos tan organizados de jóvenes que se reparten las tareas. Las firmas es señal de territorio intocable por parte de otros grupos que se respetan y no pintan sobre los trabajos de los demás. Y si esto es auténtico arte para los jóvenes, las personas mayores piensan todo lo contrario, que se trata de una gamberrada y que es un «terrorismo» contra el mobiliario y ambiente urbano. Está claro que la polémica será eterna, ya que son dibujos que despiertan la desaprovación total de unos por la admiración artística de otros.

Julián Aguirre