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Barcelona y otras ciudades catalanas acaban de convertirse en noticia por ser cobijo de peligrosos terroristas islámicos vinculados a la red Al Qaeda, que lidera Osama Bin Laden. No es una buena noticia, aunque dieciséis hayan sido detenidos, al parecer, cuando preparaban atentados con explosivos y productos químicos. Las autoridades han destacado que con éstos son ya 35 los terroristas detenidos en España desde los atentados del 11 de septiembre, lo que viene a confirmar que nuestro país es un pequeño paraíso para esta gente que logra pasar desapercibida mientras se dedica a las más abyectas actividades.

Desde luego que el golpe policial ha sido un éxito y que hay que felicitarse por ello, pero uno no puede dejar de preguntarse cuántos más habrá en nuestras ciudades, en nuestras calles o fincas, si ya ha «caído» una treintena y siguen produciéndose detenciones.

En el caso catalán la mayoría eran ciudadanos argelinos procedentes de distintos grupos terroristas, un dato a tener en cuenta porque en los últimos meses llegan noticias preocupantes sobre el nivel que está alcanzando la crisis económica y social en aquel país tan cercano y tan lejano a la vez.

No deberíamos desde Occidente dejar de lado a esas naciones del norte de Àfrica que hoy se hunden en la miseria y en la injusticia, creando un nutritivo caldo de cultivo para jóvenes dispuestos a morir por las causas más absurdas ante lo trágico del panorama que se les presenta en su tierra.

Que España debe seguir siendo un amable país de acogida a los que decidan emigrar está fuera de toda duda, pero tampoco estaría de más lanzar ambiciosos programas de reactivación económica en todo el Magreb para evitar que la situación empeore todavía más.