«Que nadie se equivoque -afirma Cynthia McKinney, la primera
congresista afroamericana en Estados Unidos y enviada del ex
presidente Bill Clinton a la Región de los Grandes Lagos-, los
Estados Unidos de George W. Bush no son los de ayer, de la década
'hippie' de los sesenta, de flores y paz, cuando se escuchaba la
voz de Martin Luther King. Los derechos civiles en mi país están
retrocediendo y unos pocos concentran todo el poder, y todo eso a
pesar de que Bush ni siquiera ganó las elecciones en el Estado de
Florida».
A McKinney, nacida en Atlanta (Georgia), se la conoce como «la
voz de los sin voces» por su incansable lucha a favor de las etnias
más desfavorecidas del planeta. Hoy, a las 20.00 horas, en el salón
de actos de la Banca March, Cynthia McKinney pronunciará una
conferencia invitada por eClub Ultima Hora. Por
supuesto, uno de los ejes centrales de su intervención será el
desastre humano y ecológico del Àfrica de los Grandes Lagos.
«Estamos ante un genocidio que la comunidad internacional debe
rechazar con la misma vehemencia que el posible conflicto bélico
con Irak, porque no podemos ni debemos olvidar que en Ruanda
murieron asesinadas un millón de personas en 1994», explica
McKinney.
Un extracto de su opinión sobre lo que está ocurriendo en el
continente africano resume perfectamente su estado de ánimo ante
esa «gran injusticia», como la denomina: «Es preciso considerar el
desastre humano y ecológico del Àfrica de los Grandes Lagos. El
desideratum después de Nuremberg de que un desastre así no debería
volver a repetirse sigue cayendo en saco roto... y sigue golpeando
nuestras conciencias. Es preciso considerar cómo y por qué se
manipulan diferencias y odios étnicos como instrumento de
destrucción y expolio en una de las zonas más ricas del planeta y
donde millones de personas («hutus», «tutsis» y «occidentales»,
entre ellos nueve españoles) han perdido la vida, sus casas, sus
medios de subsistencia», afirma.
Cynthia Ann McKinney siempre ha apoyado a los más necesitados,
vengan de donde vengan. Fue la primera congresista en exigir una
amplia investigación sobre los atentados terroristas en Nueva York
y Washington el 11 de septiembre de 2001.
Durante su estancia en Palma ha recordado «el papel
extraordinario» que jugó España al liderar el proceso de
extradición del dictador chileno Augusto Pinochet. «Vuestro país se
erigió como defensor de los derechos humanos en todo el mundo»,
explica, con voz segura y convincente, demostrando una experiencia
dialéctica curtida en mil batallas en el Congreso
estadounidense.
Cynthia, no obstante, admite que uno de sus anhelos hubiese sido
vivir la década de los sesenta, «años de flores, paz, de amor y no
de guerra», dice.
«Estados Unidos ha cambiado mucho desde entonces», reitera.
«Éramos un país generoso tras la Segunda Guerra Mundial, el Plan
Marshall, pero todo es diferente», precisa. La dirigente
estadounidense trae a Palma la voz de los que sufren en los Grandes
Lagos, acompañada por Juan Carrero, tres veces candidato al Nobel
de la Paz, y Jordi Palou. «Carrero es un guerrero en defensa de la
Justicia», subraya.
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