Aunque la Feria, en general, y la del Ram en particular, es
autorizada para todos los públicos, el niño, sin duda, es el rey.
Niño, niño, eh, desde un año hasta adolescente; niño que no da
tregua a los padres, sobre todo los más pequeños, ya que si fuera
por ellos se pasarían todo el día en el recinto. Ayer por la
mañana, si ir más lejos, no sería aun las 10.30 cuando los más
madrugadores habían hecho que la Feria se pusiera en marcha, y a
poco estaba, como quien dice, a toda máquina.
«Lo malo es que como se quieren subir en todo, aquí nos podemos
dejar un dineral», decía un padre. Por eso, se ha de saber ir a la
Feria. Según los expertos, lo suyo es, primero, hacer un recorrido
sin prisas, viendo lo que hay; segundo, seleccionar aquellas
atracciones que más gusten, y tercero, de acuerdo al presupuesto
que se tenga, elegir las mejores. Luego todo es cuestión de
mentalizarse y de disfrutar con ellas, y si lo logra -que lo logra,
seguro- ¿para qué pedir más? (De cualquier modo, el feriante, que
conoce todo esto, ha hecho unos bonos de cinco y diez viajes que
abaratan algunos euros la visita).
Nos contaba ayer el presidente del gremio de feriantes, Rafael
Fernández Conesa, -a poco de regresar del aeropuerto hasta donde
había acompañado a los hijos del ventero Juan Hernández, un clásico
del Ram, dicen que el que hacía mejor las paellas gigantes,
fallecido anteayer en Barcelona-, que la feria, en cuanto a
atracciones se podría dividir en dos: para los más pequeños, entre
uno y siete años, y de siete años en adelante. «Para los primeros,
que si son muy chiquitines, hasta cuatro años, tienen que subir con
sus padres, están los caballitos, las ranitas, las pistas
infantiles, los barquitos, etc. Y para los más mayores, el resto.
La noria es la reina de las atracciones, y más la de este año, que
como sube tan poco a poco te permite disfrutar de una de las
mejores vistas de Palma, es para todos los públicos».
Pedro Prieto
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