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César Pérez de Tudela nació en Madrid el 16 de junio de 1940 y es el alpinista más conocido en España por el gran público. Ha emprendido más de cuarenta expediciones a distintas cordilleras. Fue campeón nacional universitario de esquí de fondo en 1961, 1962 y 1963, es licenciado en Derecho y doctor en Ciencias de la Información, explorador alpino, guía, policía, conferenciante, cronista de montañismo y autor de numerosos libros. Pérez de Tudela dio a conocer en los años 70 al gran público la montaña. Sus apariciones en radio, prensa y televisión le convirtieron en un personaje público. Ayer, recién llegado de Venezuela, ofreció una conferencia en el Centre Cultural de Felanitx gracias al Grup Excursionista Cabrit. Antes, empero, atendió a Ultima Hora.

-¿Cuándo se cortará la coleta?
-Los toreros son unos caras. Ellos lo hacen por dinero, no como nosotros los alpinistas. Se quitan la coleta, se la vuelven a poner, es un cachondeo. Un alpinista cuando se retira, se retira, somos más serios, aunque menos famoso, bueno, menos yo, que soy más popular que muchos toreros. La verdad es que que te comparen con un torero jode un poco.

-No pretendía ofenderle.
-No, tranquilo, la pregunta está bien formulada, pero es que los toreros son unos caraduras. Por ejemplo, Antoñete, que es de mi quinta, yo me lo quito de encima en nada. O a Jesulín, que tiene treinta años menos que yo, le hecho una carrera y, bueno...

-¿Entonces, se retira o no?
-Uno de la vida no se retira nunca. El cuerpo siempre aguanta, el problema es la comodidad y el miedo, que es lo que a uno le hace echarse atrás. Hay que luchar contra eso. Como a los toreros, cuando se retiran es porque les ha entrado el miedo en el cuerpo, no por nada más. Ahora, si necesitan dinero, vuelven.

-Insisto, ¿se va a jubilar usted?
-Estoy en contra del jubileo. Es una solución administrativa. Yo nunca me jubilaré.

-¿Por qué todos los alpinistas llevan barba?
-Porque se afeitan poco. En la montaña, si te afeitas, se te abre la cara y no es bueno, el frío te provocará cortes.

-Pero no siempre están en la montaña. Usted hoy no se ha afeitado.
-Porque no me sienta mal, además, afeitarse todas las mañanas es un suplicio. Aunque también puede ser porque el alpinista siempre ha sido un poco rebelde, y la barba antiguamente era síntoma de eso.

-¿Se escala ahora igual que antes?
-Ahora es una prueba deportiva, antes era una prueba de vida. Con las técnicas que hay, la ayuda de los sherpas y demás, ahora es jauja.

-Perdió a su mujer en una ascensión, ha tenido dos infartos en montaña, ha perdido compañeros de expedición, ¿por qué sigue?
-La vida es un drama, como decía Ortega. Mire, tengo en mi casa la placa de fallecimiento en mi memoria que pusieron en el Aconcagua porque me perdí una semana y me dieron por muerto. Ahora me puedo reír de eso, porque siempre busco el lado positivo de la vida, que siempre sigue.

-¿Qué dicen sus hijos?
-A todo el mundo le gustaría hacer lo que yo hago. Soy un privilegiado. A mis hijos, que tengo cinco, les gustaría ser como yo, qué cojones, tener mi decisión, disciplina y voluntad.

-¿Ha pasado alguna vez miedo?
-Mucho, aunque me he acostumbrado a él y lo he dominado. He aprendido a no tener miedo a la vida. A base de no tener miedo a la muerte aprendes a no tener miedo a la vida.

-Abogado, periodista, policía, alpinista, ¿qué es usted?
-Tengo un lío mental impresionante.

-¿Quizá un Hombre Universal del siglo XXI?
-No, eso ya no se estila. Ahora sólo importa ser especialista en una cosa. Si eres ciclista has de ser zoquete, si futbolista, debes meter goles. Ser como Miguel Àngel hoy en día no es bueno.

-¿Qué pone en su tarjeta de trabajo?
-Explorador alpino, así la gente no se arma un lío, y sobre todo no me lo armo yo, que es lo más importante.

-¿Qué significa para usted el Everest?
-Una asignatura pendiente.

-Ser alpinista cuesta un «pico».
-Sí.

-¿Es un deporte pijo?
-Todo lo contrario. El parapente, que yo lo practico, sí es un deporte pijo, o el esquí.


David J. Nadal