PEDRO PRIETO
El Rocío es, durante el Camino a la ermita, como la ensaimada. Une
a todos. Pero, haciendo gala del dicho «que allí donde fueres haz
lo que vieres» te has de meter en él, de lo contrario estás
perdido. Y nosotros, dentro de lo que cabe, así lo hemos hecho, o
cuando menos intentado. Incluso nos recorrimos a pie los casi tres
cuartos de Camino, veinte kilómetros, donde nos pudimos dar cuenta
de lo que realmente es esta fiesta, en la que -según nos explicó un
rociero- los malos se hacen buenos, y los buenos, ángeles, y sobre
todo en la que nadie se siente extraño, pues todo el mundo te abre
los brazos.
Vestidos de «corto» camino del Rocío
Adriana, de cinco años y ya con dos romerías en su haber, es la rociera mallorquina más joven
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