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Portocolom constituye un interesante puerto natural que, por fortuna, ha conservado su fisonomía tradicional a nivel paisajístico. La circunstancia de que la urbanización turística se haya concentrado en la vecina Cala Marsal ha posibilitado la preservación arquitectónica y natural del entorno del núcleo histórico de sa Capella y también del muelle, que mantiene su trazado y componentes originales. Lo mismo ocurre con la pintoresca playa de s'Arenal, con su encantador chiringuito de antaño rodeado de pinos y tamarindos, inmerso en una atmósfera familiar para un público eminentemente local y de todas las edades. Desde allí, cerca del faro y de la bocana puede contemplarse una bella panorámica de la bahía y disfrutar de un agua apreciablemente limpia, tratándose de una ensenada abrigada al mar abierto. Es un rincón entrañable de la Mallorca más humanizada, milagrosamente salvado de la «modernidad» urbanística del cemento y del aluminio que lo invaden todo. En sus cercanías podemos disfrutar de su hermana menor, la playa de s'Arenal de ses Dones, de similar apariencia ambiental.

Otro mundo muy distinto viene representado por la turística Cala Marsal, donde es difícil encontrar a un sólo felanitxer entre tanto bloque hotelero. Allí la masificación está garantizada y, cómo no, todo el equipamiento imaginable para hacer la estancia «más agradable» a los clientes. Desde las consabidas sombrillas y tumbonas al puesto de primeros auxilios, pasando por el alquiler de velomares. No falta nada para quienes gustan del paisaje cuadriculado por la mano de la industria totémica, con licencia para contruir/destruir para la eternidad.

Gabriel Alomar