Era ya una cuestión de amor propio. Y ayer, a la tercera, fue la
vencida. Afortunadamente para nosotros -y pensamos que para
ustedes, ya que así los ven en su más puro estado veraniego- pues
hoy, creemos, se marchan. Nos estamos refiriendo al baño de los
herederos de la corona sueca, Haakon y Mette Marit, y el hijo de
esta, Marius, compartido con los príncipes de Preslav, Kiril de
Bulgaria y Rosario Nadal, y sus niñas, sus anfitriones en sus
vacaciones mallorquinas. Sucedió en la playa del Carbó, en la
Colonia de Sant Jordi. Fue un momento dulce del que, sinceramente,
disfrutamos tras haber pactado distancias con los escoltas de la
egregia pareja, muy profesionales y discretos, dicho sea de paso,
pues sin perdernos de vista nos dejaron hacer.
Mientras Mette Marit conversaba con Rosario y Kiril, los tres
tumbados sobre las toallas extendidas sobre la arena, Hakkon y el
pequeño Marius trataban de hacer volar una cometa multicolor. De
nuevo nos llamó la atención ver la ternura que existe en la
relación entre ambos. Marius tiene muy claro quien es su padre,
pero es evidente que adora a Hakkon. Y viceversa. Había que ver,
además, el entusiasmo -y también la paciencia- que ponía el futuro
rey de los noruegos, metido en el agua hasta la cintura, en mostrar
al pequeño como se debe de hacer para que la cometa vuele, cosa que
logró después de varios intentos. Una vez colgada en el cielo,
cedió la cuerda al pequeño, y tras darle una serie de instruciones
de como debía de hacer para que no se le cayera, se quedó
observando, satisfecho, viendo que el crío la mantenía arriba a
costa de no pocos esfuerzos compensados por las voces de ánimo que
le daba.
A todo esto, tras comentar algo con las dos hijas mayores que
jugaban en la arena, Rosario ubicaba a la más pequeña en el
cochecito, y tirando de él sobre la arena de la orilla, se recorría
media playa para regresar al rato al punto de origen. Lo hizo en
dos ocasiones. «Ha tenido tres hijos -comentaba una de las señoras
que andaba por allí tomando el sol, pero observando la escena-,
pero hay que ver que tipo tan bonito tiene». ¡Y tanto!
Pedro Prieto
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