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Es como una especie de extraña y gran girafa metálica, cuyo cuello alcanza una altura de 20 metros, lo que equivale a unos seis pisos de los que se construyen actualmente, pero en realidad se trata de una máquina especialmente diseñada para grandes trabajos de cimentación, como es el caso de los aparcamientos subterráneos de Palma, construidos y en construcción (actualmente trabaja en la cimentación de los aparcamientos de la plaza del tubo), a la que llaman «pilotadora», porque se utiliza para fabricar los «pilotes» (las columnas) que soportarán el muro de contención perimetral de los terrenos excavados y evitar que se vengan abajo.

Por sus dimensiones, su alto coste y el uso ocasional que no lo hace rentable para un limitado ámbito provincial, la máquina en cuestión suele recorrer todo el territorio nacional, allí donde se la requiere, en alquiler, para efectuar su función. Para explicarlo de manera muy simple, se le podrían hallar semejanzas con un berbiquí multiusos, puesto que las funciones que desarrolla son, esencialmente taladrar el terreno con una gigantesca broca hasta grandes profundidades, pero también sirve como martillo pilón para machacar las rocas cuando es necesario, y de «punzón» para marcar el terreno, por duro que este sea.

La máquina se desplaza mediante el sistema de oruga (como los tanques) y es conducida y manejada por un operario instalado en el interior de la cabina. Otros dos operario se encargan de indicar el lugar de la perforación y también de cambiar los diferentes cabezales de perforación o compresión, que se adaptan al eje rotor mediante un sistema de tracción por cableado, lo cual permite que el operario pueda efectuar la permuta con el mínimo esfuerzo.