Mucho se ha hablado del carácter estratégico de la agricultura,
incluso con solemnes declaraciones institucionales, aunque no
siempre se respeta esa condición. En Balears, concretamente, se
atribuye a la agricultura la conservación y mantenimiento de un 80
por ciento de nuestro territorio. Eso, además de ser importante por
sí mismo, aunque muchos no lo saben ver, tiene también un interés
turístico, pues, cada vez más, nuestros visitantes se interesan por
el paisaje interior. Y sin agricultura, no hay paisaje, o por lo
menos el paisaje sería otro muy diferente, para nada atractivo e
inútil como reclamo turístico.
Sin embargo, el paisaje transformado por los cultivos adquiere
otras y curiosas formas desde la perspectiva aérea. Desde las
alturas, asistimos a una lección de perfecta geometría, trazada
desde hace decenios o siglos sin planos ni tiralíneas. Las
bardisses se convierten en rectilíneas con una perfección que el
diseño urbano no alcanza. Los cultivos en círculo son obra de
hombres sin estudios y no hace falta recurrir a supuestos
extraterrestres como se hace en otros lares. Los arados del terreno
respetan los árboles plantados en cuadrados de ángulos rectos
impecables. Y cuando la tierra se trabaja en líneas quebradas, se
mantiene la pureza geométrica a lo largo de decenas de metros. Éste
es el patrimonio paisajístico que nos han legado hombres que tal
vez no asistieron nunca a una clase de geometría. Sólo el duro
trabajo y la experiencia de largos años, la auténtica sabiduría,
les convirtió en los mejores arquitectos del paisaje.
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