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A.G.
En la céntrica calle Colón de Palma, lugar de paso por las gentes mallorquinas y visitantes, se abrió la primera tienda de la Relojería Alemana en el año 1879 por Guillermo Krug, un relojero alemán afincado en Mallorca. En sus inicios el comercio sólo disponía de una pequeña superficie en lo que en la actualidad está ubicada la planta noble de la tienda, que se ha extendido tanto a los laterales como hacia arriba, abarcando todo el edificio. Unos pocos años depués entró a formar parte del equipo un aprendiz de 16 años, Pablo Fuster, el abuelo del actual propietario. Emprendedor, entusiasta e inteligente, poco a poco fue haciéndose imprescindible, ganándose la confianza del propietario aportando ideas nuevas que hicieron de la Relojería Alemana, ya en ese momento, un establecimiento diferente a todos los que había en ese mismo campo.

Al fallecer Krug, Pablo Fuster se hizo cargo del negocio y comenzó una larga saga de relojeros y joyeros. Su hijo, Gaspar Fuster, incorporó la venta de las mejores marcas de relojes del mundo, ampliando el local y el equipo de trabajo, e introdujo un servicio de reparaciones y mantenimiento con la garantía exclusiva de las prestigiosas marcas que se vendían en la relojería; le sucedió Pablo Fuster, actual propietario y como promesas de una futura continuidad, están sus tres hijos, Blanca, Paula y Pablo. Este año, con motivo de su 125 aniversario (1879-2004), han diseñado una hermosa colección de joyas, collares, pulseras y anillos, basados en los números 1,2,5. También se editará un libro que saldrá a principios de verano en donde se narrará con lujo de detalles la historia de esta familia, unida íntimamente con las joyas, a lo largo de 125 años. Relojería Alemana se ha convertido en una empresa reconocida internacionalmente no sólo por el mercado del reloj sino también por el de la platería refinada y la alta joyería.