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Veinticinco años han permitido al Consell de Mallorca evolucionar desde aquella institución más parecida a un gran órgano de administración local nacida al amparo de la Constitución hasta esta otra de gobierno insular, al amparo de la Ley de Consells Insulars. A medias local y a medias autonómico, el modelo de gestión de esta institución nacida hace veinticinco años poco tiene que ver ahora con el de 1979, cuando su escaso peso político apenas le permitía ir más allá. En este cuarto de siglo se han asumido muchas de las competencias gestionadas antes por el Govern y se ha avanzado en la consolidación de las singularidades propias de Mallorca, en la defensa de su lengua y de su cultura. En manos del Consell de Mallorca está la planificación territorial de la Isla, su desarrollo futuro, definido bajo el concepto de la sostenibilidad, las políticas culturales y deportivas, las sociales.

El Consell debe mantener y reforzar su naturaleza como herramienta fundamental para la consolidación del concepto de Mallorca como nación. En ello radica su fuerza institucional.

Desde la solidez alcanzada por la institución es lógico reclamar ahora una mejor financiación para el Consell de Mallorca, porque no existe auténtica autonomía política si no va acompañada de una verdadera autosuficiencia económica, y hoy por hoy los ingresos con los que cuenta este órgano de gobierno insular proceden de otras instituciones, del Govern o del Estado, en su mayoría, con las limitaciones que eso supone.

Ahora que corren aires de consenso y que se abren las puertas para la reforma del Estatut y de la Constitución es un buen momento para que el Consell de Mallorca también pueda crecer.