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El Gobierno Zapatero apuesta por el alquiler como alternativa a la compra de vivienda, que en este país se está convirtiendo en una hazaña digna de verdaderos héroes. Pero hay un pequeño detalle que quizá este Gobierno ignore o prefiera pasar por alto y es que, hoy por hoy, en la mayoría de las grandes ciudades españolas -Palma, sin ir más lejos- alquilar un piso resulta tan caro como comprarlo, especialmente si se hace en solitario. Tengamos en cuenta que en nuestro país sólo el 9% de los ciudadanos opta por alquilar, frente al contundente 85% que prefiere comprar. Hay, desde luego, una filosofía de vida y una mentalidad muy arraigada detrás de esa decisión, pero también hay una razón de peso: el precio. Con alquileres en torno a 600 euros -que es el salario mensual de muchísimas personas-, parece ridículo pensar en lanzarse a esa aventura, cuando aportando esa misma cantidad a un préstamo hipotecario tienes acceso a una vivienda -propia, con las ventajas que eso conlleva- por valor de unos veinte millones de pesetas, y con el tratamiento fiscal favorable que comporta.

De ahí que una de las medidas anunciadas sea ayudar a inquilinos, especialmente a los más jóvenes, que son los que más dificultades encuentran, y a propietarios, ya que se estima que hay tres millones de pisos vacíos en España. No es mala idea para comenzar a cambiar la tendencia, en el camino hacia el estilo de vida europeo, donde el arraigo a la tierra es mucho menor. Pues vivir de alquiler facilita además la movilidad laboral, tan en boga últimamente y que en nuestro país encuentra enormes dificultades. No será un cambio fácil ni rápido, pero quizá las nuevas generaciones sepan adaptarse a las exigencias actuales con otro espíritu más abierto.