Las dos pistas del aeropuerto Son Sant Joan se utilizan
indistintamente según el tráfico que haya y el viento que sople.
Por eso, las entradas al espacio aéreo mallorquín pueden variar en
cada uno de los viajes de llegada. Si la aproximación se realiza
desde Madrid o Valencia, la entrada será necesariamente por el Port
d'Andratx y sa Dragonera, sobrevolando la Serra de Tramuntana por
Banyalbufar, Estellencs, Valldemossa, Sóller, sa Calobra, el
Torrent de Pareis y girando hacia el este en la bahía de Pollença
para tomar la línea de la autopista de Inca, Binissalem, Consell,
Santa Maria y el gran valle en el que se encuentran Palma y el
aeropuerto.
El paisaje transmite sensaciones y los sentidos perciben desde
el aire la majestuosidad de las montañas y el mar. Si el avión
viene desde cualquier punto de Europa debe acercarse a Barcelona y
luego girar hacia la Isla. Su ruta es diferente, ya que lo hace por
el noreste, no pasa por la Serra, sino que entra directamente por
la bahía de Pollença y Alcúdia y sigue hacia el aeropuerto por el
mismo camino trazado para todos. Cuando el avión se acerca, la
imagen de las dos bahías es única, los rayos del sol contrastan sus
azules o resaltan los amarillos del atardecer. En uno u otro caso,
las palabras describen con dificultad esa belleza.
Los privilegiados son quizás los que llegan en avionetas, ya que
deben entrar por Valldemossa y Sóller, el Puig Major se presenta
como amo de las montañas, el Torrent de Pareis se asoma entre dos
paredes, sa Calobra se distingue con gran personalidad. Cada
viajero desearía haber elegido el lado de la ventana de haber
sabido lo que verían sus ojos antes del aterrizaje. Quizá ése fue
el motivo por el que miles de turistas repitieron el viaje a
Mallorca. Después del mar y las montañas, el campo se presenta
verde y marrón en tantas tonalidades como existan. Y los caminos
rurales con sus gris-piedra y las rutas con su azul-cemento, y los
coches y camiones y los carteles y los edificios que comienzan a
aparecer como reales después de su tamaño de juguete. Imposible
describir la maravilla.
Oscar Pipkin
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