El Consejo de Ministros de Defensa de la OTAN del pasado día 9
aprobó prestar apoyo aéreo y logístico a la Unión Africana en sus
operaciones de pacificación de la convulsa región de Darfur, en
Sudán. Algo que reviste una especial importancia, puesto que se
trata de la primera intervención de la Alianza Atlántica en el
continente africano. La misión se limitará en principio al
suministro de aviones de transporte de tropas y a la formación de
personal, sin que suponga la participación de tropas de combate de
la OTAN.
Concluye así, por el momento, un episodio de absurda competencia
entre la Unión Europea y la Alianza Atlántica atizado por
particulares intereses del todo fuera de lugar si tenemos en cuenta
que el objetivo principal no es otro que el humanitario.
El problema empezó cuando los Estados Unidos formularon su deseo
de que fuera la OTAN la que asumiera la coordinación de todo el
apoyo internacional a la pacificación de Darfur, para así quitar
protagonismo a la UE, hasta ahora encargada en solitario de dicha
operación de pacificación. Algo que motivó que en el seno de la
OTAN se levantaran voces -especialmente procedentes de Francia-
pidiendo que fuera la organización atlántica la que coordinara su
actuación con las organizaciones internacionales implicadas en la
zona, en especial con la UE.
Queda, pues, claro que las pretensiones norteamericanas se han
visto en esta ocasión frustradas, lo que no es óbice para que
resulte de lamentar ese aflorar de bastardos anhelos de
protagonismo cuando de una misión humanitaria se trata. Los
pobladores de Darfur ya han sufrido lo suficiente como para verse
ahora víctimas de vulgares recelos diplomáticos que podrían
bloquear la llegada de una ayuda que tanto necesitan.
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