Madrid, martes, 11 de julio de 1995, séptima planta de la sede del
PP en la calle Génova. En su despacho, José María Aznar enciende un
puro. Tiene frente a sí al todopoderoso líder del PP balear Gabriel
Cañellas, quien tan sólo ocho días antes acababa de jurar su cargo
como president del Govern, tras haber logrado mayoría absoluta.
Aznar da una profunda calada a su cigarro y expulsa el humo.
-Gabriel, tienes que dimitir. Has perdido la batalla
mediática.
-¿Y si no lo hago?
-No me obligues a tener un segundo
Hormaechea.
Seis intensos días después, el 17 de julio de hace exactamente diez
años, el president del Govern presentaba oficialmente su dimisión y
provocaba la mayor crisis institucional que ha vivido Balears en su
historia democrática. En su despedida de Aznar, antes de cerrar la
puerta tras la reunión del 11 de julio, Cañellas había pronunciado
unas proféticas palabras:
-Hasta nunca.
Y así fue. Nunca más se vieron.
La reunión entre Aznar y Cañellas en la sede de la calle Génova tan
sólo fue un episodio más, tal vez el más decisivo, en la sucesión
de acontecimientos que precipitaron la salida de Cañellas del
Govern. El president había conseguido el 28 de mayo de 1995 que el
PP ganara las elecciones con mayoría absoluta. Lo que en principio
tenía que haber sido una cómoda legislatura terminó siendo una
auténtica pesadilla política para el PP, partido que vio cómo se
sucedían tres presidentes del Govern en menos de un año: el propio
Cañellas, Cristòfol Soler y Jaume Matas.
La clave de esta crisis se encuentra en una de las obras de
mayor envergadura de la etapa de Cañellas: la construcción del
Túnel de Sóller. Meses antes de que se celebraran las elecciones de
1995, la Policía comenzó una investigación ante la posibilidad de
que cargos del PP hubieran cobrado comisiones de la empresa
constructora. En junio de 1995, las pesquisas policiales apuntaban
claramente en esta dirección y consiguieron que lo que hasta
entonces se había circunscrito a un problema local saltara a los
medios de comunicación de toda España.
Cañellas, el Túnel de Sóller y el cobro de comisiones se
convirtieron en portada de todos los periódicos nacionales, en una
época en la que Aznar aspiraba a ser el próximo presidente del
Gobierno. El líder del PP, azote del PSOE por sus escándalos de
corrupción, se encontró de repente con un caso en sus propias
filas. Cañellas era un obstáculo en su camino hacia La Moncloa y
Aznar no quería obstáculos.
Mientras Cañellas y Aznar se entrevistaban en la calle Génova,
dos miembros del comité de conflictos del PP, Carlos Argos y Miguel
Segimón, se habían desplazado a Palma para investigar si Gabriel
Cañellas o algún miembro del PP habían cobrado comisiones de la
empresa del túnel. En realidad, su misión era muy diferente: debían
realizar un informe exculpatorio que facilitara una salida honrosa
para Cañellas.
Todo había quedado pactado en la reunión de aquel 11 de julio
entre ambos líderes del PP.
-Tienes que dimitir el sábado. Si quieres, reúnes al
partido.
Aznar debía acudir ese sábado al bautizo de la niña que nació en
la clínica en la que le atendieron tras sufrir el atentado de
ETA.
-Los periodistas me preguntarán por la dimisión y yo te daré las
gracias por tu sacrificio.
El guión se cumplió hasta el sábado de forma milimétrica. El
informe fue exculpatorio, Cañellas reunió a la Junta Regional del
PP balear, presentó su dimisión, pero... Siempre hay un pero. Los
altos cargos del PP de las Islas se revolvieron contra las
directrices de Madrid y rechazaron la dimisión de su líder.
Cañellas seguía siendo president del Govern.
Aznar, en Madrid, sí cumplió el guión. Acudió al bautizó, fue
preguntado por los periodistas y agradeció el enorme sacrificio de
una dimisión que, en realidad, no había existido. Era el 15 de
julio.
El desconcierto de Cañellas fue de tal calibre que se tomó todo
el domingo para reflexionar sobre su situación. El lunes 16,
quienes hasta entonces había jugado un papel secundario en las
crisis, comienzan a convertirse en protagonistas. Rosa Estaràs,
Cristòfol Soler, Joan Huguet y Maria Luisa Cava de Llano viajan a
Madrid para intentar que Aznar reconsidere su decisión. En los
cinco minutos que les dedicó Aznar, quedó claro que la solución era
«final y contundente». Desde el despacho de Manuel Fraga
comunicaron la noticia a Cañellas.
El escenario del drama vuelve a Balears, a s'Alqueria, la casa
que Cañellas posee junto al Túnel de Sóller. El president reúne
allí a sus consellers para decidir la sucesión. Se va, pero quiere
volver. Por eso propone que el cargo la ocupe el president del
Consell de Eivissa, Antoni Marí Calbet, quien se opone. Rosa
Estaràs es la segunda en ser sondeada, en una reunión privada que
ambos mantienen en s'Alquería. Segundo rechazo. La única opción que
queda es la de Cristòfol Soler, president del Parlament, digitado
por Cañellas para que ocupe su sitio mientras se resuelve
judicialmente el 'caso túnel'. Tras una fuerte oposición inicial,
Soler acepta. Al día siguiente, 17 de julio, Cañellas dimite.
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