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Según datos del Instituto Nacional de Estadística, las familias españolas gastaron de media unos 6.000 euros durante el primer trimestre de este año, lo que supone un 8% más que en el mismo período del 2004. Esta alegría en el consumo, que a juicio de los expertos constituye un síntoma positivo, contrasta no obstante con otro dato estadístico que pone de relieve que la cifra de familias que afirma llegar a fin de mes con dificultades es del 54 por ciento.

En suma, los españoles gastamos mucho aun a costa de ver mermada la economía familiar. Como resulta que en materia de economía las cosas casi nunca se producen por azar, no resulta excesivamente complejo el encontrar una explicación a esta situación aparentemente contradictoria.

El consumo es elevado, el ahorro es escaso y el endeudamiento, alto. Un cóctel que se puede soportar con facilidad durante un cierto tiempo pero que a la larga es de efectos explosivos.

Obviamente, la tendencia hacia un elevado consumo acostumbra a denotar la confianza del ciudadano en la presente situación económica, pero ello es algo que si bien se interpreta positivamente también puede traer consecuencias indeseables de no alcanzarse una razonable moderación.

Supone un riesgo, por ejemplo, el que las familias españolas dediquen hoy alrededor del 25 por ciento de su renta mensual al pago de su hipoteca, sobre todo porque la situación podría cambiar al producirse un aumento en los tipos de interés.

En resumidas cuentas, ese dinamismo de nuestra economía que refleja un alto consumo podría llevarnos a un exagerado optimismo y aún a una situación insostenible, por lo que es muy probable que el consejo de los economistas en los tiempos que se avecinan se reduzca a una sola palabra: moderación.