Que los aficionados al submarinismo encuentren en las costas de
Balears un paraíso es, desde luego, deseable. Pero parece poco
razonable pensar que ese paraíso del buceo haya que crearlo
artificialmente, con chatarra náutica, a base de hundir en nuestras
aguas un mamotreto militar en desuso: la fragata «Baleares». Muy al
contrario, si lo que queremos es contar con un entorno paisajístico
y natural atractivo para quienes practican el submarinismo, lo que
hay que hacer es preservar nuestros fondos marinos, controlar la
saturación del mar y promover políticas medioambientales que
respeten el delicado equilibrio marítimo.
Nada de eso parece estar en la mente del Ajuntament de Calvià
que, en colaboración con el Govern, pretende hundir la fragata, de
133 metros de eslora por 14 de manga y 7'5 de calado, 4.000
toneladas de acero, en una zona especialmente valiosa: las reservas
marinas de las Islas Malgrats y del Toro. Y, para colmo, la
operación -nada barata, pues costará 1'7 millones de euros, 280
millones de pesetas-, se haría a través de explosiones
controladas.
Desde el Govern y el Ajuntament de Calvià aseguran que allí se
revitalizará el fondo marino -bien conservado en esa zona- y,
además, se evitará la pesca de arrastre. Bien. Evitar la pesca de
arrastre está en manos de las autoridades, si se promueven las
políticas necesarias. Y revitalizar el fondo marino depende
únicamente de protegerlo, de tomar las medidas que impidan el acoso
al que está sometido por el turismo y el tráfico marítimo, por no
hablar de la contaminación por la altísima densidad humana que
padece.
De ahí que se eche de menos la aportación de la Conselleria de
Medi Ambient, que tendría que examinar el proyecto y dar un
veredicto definitivo, pues hasta ahora sólo se ha pronunciado la
Conselleria de Pesca.
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