La zona turística de Roses, en la provincia de Girona, cerca de
la frontera con Francia, es el punto de partida real del recorrido
por distintas zonas del litoral español, hasta Ayamonte, en la
misma frontera con Portugal en el extremo sur oeste, con la
pretensión de conocer cómo son los destinos turísticos nacionales
«de sol y playa».
Casi al mediodía conseguimos llegar a Roses, tras la primera
constatación, experimentada en otras ocasiones, de que las
señalizaciones direccionales están colocadas para los que conocen
la zona y poner a prueba los nervios de los visitantes
primerizos.
Roses cuenta con dos zonas diferenciadas, unidas por la línea
contínua de la playa, y que se forman por la correspondiente al
núcleo urbano originario, con el barrio antiguo de estrechas
calles, convertidas ahora en un serpenteante corredor repleto de
restaurantes, cafeterías y tiendas de «souvenirs» en las que se
exhiben los mismos productos que se muestran en los comercios
similares en Mallorca, y la intrínsecamente turística que
corresponde a Santa Margarita, cuyo núcleo se compone,
principalmente de hoteles, apartamentos y negocios turísticos. Si
Roses tiene el carácter diferencial que le confiere el casco
antiguo, Santa Margarita es una especie de clon de otras muchas
zonas que se han urbanizado única y exclusivamente para el turismo,
aunque es necesaria la referencia a la vecindad del parque natural
dels Aiguamolls de l'Ampurdà, que guarda mucha similitud con el
parque natural de s'Albufera de Mallorca.
La playa está muy bien cuidada y cuenta con todos los servicios
habituales en las playas mediterráneas. Puestos de socorro, duchas
para cuerpo y pies, alquiler de sombrillas (2,40 euros) y tumbonas
(3,90 euros- 5,50 euros ambas cosas). Llama la atención la
abundancia de balizas que delimitan claramente las zonas reservadas
a los bañistas y las de navegación. Y esa es una constante que se
repite en otras playas catalanas. Pero como ocurre en toda la costa
turística española, el optimismo no es la pauta, más bien al
contrario. Como muestra lo que dice Josep Viñolas, propietario de
una agencia de viajes en Roses. El empresario catalán, que asegura
un bagaje de 40 años en el negocio turístico, es categórico al
afirmar: «Desde hace dos años nos hemos quedado sin alemanes, que
es el turismo que más nos conviene. La causa de todo esto es que
han subido muchos los precios y los turistas encuentran otros
destinos mucho más baratos. Ahora van a Croacia, que es uno de
nuestros principales competidores».
El propietario de una cafetería en primera línea se lamenta del
escaso poder adquisitivo de los turistas «Hasta hace tres o cuatro
años pedían gambas. Ahora piden patatas fritas, salsa de tomate y
se las comen entre tres».
La zona de Roses y Santa Margarita es receptora del turismo
francés y español. «Aquí vienen muchas familias, especialmente los
fines de semana, de viernes a lunes, de modo que no queda,
prácticamente, una cama libre ni un apartamento sin ocupar».
Por lo que pudimos constatar en nuestra breve estancia, a las 13
horas, la mayoría de restaurantes del casco antiguo se hallaban
vacíos o con poca clientela, a pesar de los precios relativamente
asequibles de los menús, entre 8 y 10 euros de algunos locales.
Sólo unos pocos registraban una alta ocupación.
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