En Santa Ponça se reeditó ayer la famosa batalla entre moros y cristianos, en conmemoración del desembarco de Jaume I. Foto: SERGE CASES

TW
0

La historia de Mallorca cambió ayer cuando las tropas del Rei En Jaume no pudieron desembarcar a causa del mal tiempo. Pero ese fue el único tributo que hubo que pagar para conquistar la Isla. Por lo demás, tal y como indica la historia, todo se cumplió al dedillo. A las seis en punto de la tarde sa Creu de Santa Ponça fue el inicio de la ya tradicional derrota de los moros residentes a manos de los conquistadores cristianos. Unos moros que este año eran más que nunca. Según Ana Pérez, miembro de la organización, la representación contaba ayer con más de 800 personas, entre moros y cristianos, una banda de música, tres batucadas, cinco colles de xeremiers, tres clubs hípicos, dos gigantes. En resumen, más de mil personas actuando para rememorar un hecho acaecido en el año 1229. Ante su elevado número, los moros de este año estaban crecidos, vitoreando el ya consabido «eh, eh mucho moro, mucho moro, eh». No se amilanaron las huestes cristianas ante el rugir de los infieles y así no dudaron en responderles con iguales gritos como «ea, ea, ea, los moros se cabrean».

En fin, que de las voces se llegaron a las manos. Primero un escarceo sin consencuencias ante el pie de la Cruz del Desembarco, donde más de una fornida cristiana hubo de habérselas con unos moros que, puestos en escena, no prescindieron en su mayoría de las gafas de sol. El segundo enfrentamiento tuvo lugar media hora más tarde en la playa del Caló d'en Pellicer. Las batucadas no cesaron de hacer sonar sus tambores y demás instrumentos de percusión creando un ambiente guerrero que no iba acorde con las expresiones divertidas de los participantes. Las moras eran muy osadas y no dudaban en perseguir a pequeños cristianos por toda la playa, para diversión de los pequeños que se intentaban defender, sin éxito, con sus espadas de madera. Dos embestidas fueron suficientes para dejar claro que los cristianos estaban decididos a vencer de nuevo así que ambos grupos de contendientes se volvieron a separar para poder enfrentarse de nuevo en la playa de Santa Ponça. El lugar aparecía ataviado con tiendas de campaña medievales entre los pinos, chiringuitos y un pequeño mercadillo. Un ambiente que proponía el escenario adecuado para la batalla final. Al son deball dels escamots el mismísimo Rei en Jaume, ataviado con su vistoso casco, fue directamente a por el caudillo moro. La historia siguió el curso normal y los cristianos, de nuevo, vencieron en Santa Ponça. Miles de personas fueron testimonio de las batallas y la victoria final por parte del ejército invasor.

No hubo muchas lágrimas por la derrota, más bien al contrario. Los vencidos se deleitaban con generosos vasos de agua de Valencia que, además de refrescar, le dieron al grupo de cimitarras un elevado nivel de resignación divertida. Los caballos y sus jinetes merecieron un especial aplauso del público ya que iban enjaezados con mucho detalle, y la vistosidad de los trajes tanto de moros como de cristianos llamó la atención de los asistentes. El tiempo, espléndido durante toda la tarde, acompañó de manera exquisita durante toda la fiesta. Numerosos turistas pudieron contemplar las escenas de batalla sin entender mucho de qué iba la historia, pero miraban entre divertidos y curiosos las evoluciones y enfrentamientos de uno y otro bando. A quien no le importaba nada si aquello era o no basado en hechos históricos fue, sin duda, a los más pequeños. Su pasión en el enfrentamiento acabó con más de una espada de madera rota en la arena. De igual forma, eran los últimos en abandonar el campo de batalla, a veces incluso obligados por los mayores que ya daban por concluido el conflicto. Muy diferente ha sido este año la escenificación del desembarco con respecto a otras fiestas anteriores. Crece el número de personas que participan, al igual que la calidad de los disfraces y complementos. La participación de los gegants abriendo la comitiva destacó igual que la actuación primera de els cavallets anunciando el desfile. El ritmo de las batucadas se hizo presente durante todo el recorrido que brilló por la calidad de todas las collas participantes. Los organizadores han señalado que en esta edición se han superado las cifras de participantes y también de público asistente, con lo se confía en que la fiesta mejorará cada año.

José A. de Haro