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El 12 de septiembre de 1276 Jaume II juró la Carta de Privilegis y Franqueses, que le convertía en el primer rey del reino de Mallorca, y en una fecha como ésta celebramos nuestra identidad, reforzamos nuestras raíces y afianzamos el deseo de mirar hacia el futuro sin perder de vista nuestro pasado como pueblo. Y todo ello en un momento «trascendente y especial», como reconoció ayer Maria Antònia Munar, presidenta del Consell, en el que la Isla está atravesando cambios a un ritmo vertiginoso, no sólo en su paisaje geográfico, sino también en el humano.

A rebufo de la bonanza económica y de los grandes proyectos de infraestructuras que las Administraciones públicas han puesto en marcha en los últimos años, la población se ha incrementado de forma espectacular (un 30% en apenas ocho años), convirtiendo a Mallorca en una nueva amalgama de razas, religiones y culturas. Es por ello, precisamente, por lo que conviene reforzar el conocimiento y el respeto hacia nuestra historia, nuestros valores, nuestra lengua y nuestra cultura, para que sean instrumento de integración y no de separación.

Balears se enfrenta a cambios vertiginosos, en lo económico, lo político y lo social; se plantea un nuevo Estatut d'Autonomia que podría situar a nuestra Comunitat en el lugar que merece. Porque el crecimiento poblacional acarrea necesidades nuevas y, muchas veces, urgentes. Necesidades que las Administraciones parecen no poder atender a la velocidad exigida. Seamos, pues, fuertes para pedir lo que nos corresponde como comunidad puntera, de vanguardia, trabajadora y solidaria. Si para ello hay que reclamar, como lo hizo ayer Munar, la soberanía tributaria y fiscal, pues hagámoslo.