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PEDRO PRIETO (MÉXICO)
Aunque el estaff del hotel Iberostar Tucán lo sabía con cierta antelación, la clientela desconocía por completo que el presidente mexicano, Vicente Fox, y su esposa iban a visitarles a primeras horas de la tarde. Poco antes de las dos y media, acompañado de un numeroso séquito en el que vimos a bastantes periodistas, Fox, a bordo de un enorme todo terreno, entró en el hotel, aparcando frente a su entrada. En cuanto puso los pies en tierra, recibió la bienvenida del consejero delegado de Iberostar, José Antonio González. A continuación saludó al gerente general del establecimiento, Fernando Sánchez.

La visita al hotel duró algo más de una hora. Sin despegarse de su lado, José Antonio González, micro en mano, le explicaba la situación del establecimiento y de qué modo había podido resistir el embate del huracán. Las palabras de éste y los comentarios de Fox podían escucharse nítidamente a través de un altavoz que transportaba un empleado del hotel. «El presidente ha pedido que se haga así -comentó uno de la seguridad- para que de este modo los periodistas se enteren». Pues muchas gracias.

Fox, que vestía muy informal y que se tocaba con una gorra visera muy a lo yanqui, estuvo siempre acompañado por su esposa, una mujer muy agradable, siempre en segundo plano, pero que cuando ha de actuar -saludar o besar a alguien o acercarse a un niño- no lo duda. Igual que él. Porque Fox, a quien le llego al hombro -¡qué decepción!; pensé que no le llegaría ni al codo-, no para desde que el «Wilma» se retiró. Se pasa gran parte de su tiempo en Cancún, dejándose ver cerca de los escenarios desvastados por el huracán.