02/01/06 0:00
Con el sonido de la última campanada, el cielo mallorquín cambió de color por unos minutos. Y es que, de un tiempo a esta parte, está muy arraigada entre los mallorquines la tradición de lanzar fuegos artificiales y cohetes para dar la bienvenida al nuevo año. Las azoteas de muchos pisos se convirtieron en un improvisado campo de «minas» desde donde lanzar estos artículos pirotécnicos siguiendo las normas de seguridad. En escasos minutos, estas «minas» se transformaron en espectaculares fuegos rojos, verdes, azules, amarillos, ... que parecían tocar el cielo con sus luces. Una imagen, muy propia de esa noche tan especial, que el público expectante contempló en total silencio, sólo quebrantado por el tradicional y admirativo «¡Ohhhhhhh!».
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