En el segundo día de aplicación de la nueva «ley antitabaco» del
Gobierno seguía habiendo una humareda de confusión entre los
propietarios de bares pequeños (de menos de 100 metros cuadrados),
quienes -en muchos casos- siguen aplicando la normativa autonómica
que entró en vigor el pasado 10 de julio.
Esta normativa establece que deben diferenciarse, en el mismo
local, dos zonas mediante carteles indicativos. La ley nacional,
por contra, estipula que los propietarios de locales de menos de
100 metros cuadrados deben elegir si se permite fumar o no. En caso
afirmativo no pueden entrar los menores de 16 años.
Pep Cabrillana, propietario del bar «Progreso», situado en la
plaza del mismo nombre, asegura que «yo aplico a rajatabla la
normativa autonómica. Acato lo que dice la autoridad balear. Tengo
55 metros cuadrados de bar, un área de fumadores con seis mesas y
un espacio reservado a los no fumadores con dos. Para mi es
importante que aquí se pueda fumar: el 70 % de mis clientes son
fumadores de toda la vida, en muchos casos con más de 70 años.
También estoy a la expectativa de si se aplica la normativa
nacional. Lo tengo claro: si tengo que elegir entre un bar de
fumadores o uno de no fumadores, me decanto por el primer modelo.
No puedo decepcionar a mis clientes».
Su mujer, Magdalena Simó opina que «esto es un bar, no se puede
seguir aquí un comportamiento de iglesia. La gente viene para
divertirse, jugar, beber y fumar un poco. Lo han hecho toda la
vida, y de repente quieren que todo cambie. Mucha gente no está
concienciada en dejar el hábito. No se puede forzar a las
personas».
Miquel Oliver, del bar Goa, asegura: «Sigo con la normativa de
la Comunitat Autònoma, a la espera de más información. Sigo a las
autoridades de aquí, no me apetece encontrarme con inspectores. Por
eso, he delimitado el espacio en dos áreas, una de fumadores -seis
mesas- y otra libre de humos, con tres mesas. Si hay que acatar la
ley nacional, elegiré sin ninguna duda que se pueda fumar, ya que
si no perdería mucha clientela.
Tomeu Guerrero, de la Croissanterie Mallorca, dice: «Aquí todo
el mundo puede fumar. No hay sala de no fumadores. Si no dejásemos
entrar a fumadores no vendría nadie, ya que estamos en un barrio
donde la gente es bastante mayor, y muchos tienen el hábito del
tabaco. Nosotros hacemos ésto, pero esperamos que en los días
próximos se esclarezca que normativa prevalece, si la autonómica o
la nacional».
En las empresas, las cosas parecían que estaban más claras.
Lorenzo Martínez, empleado de Winthertur, fumaba ayer
tranquilamente un cigarro en la calle, a lado de la entrada a su
empresa. «Creo que soy el único fumador en Winthertur. Cuando tengo
ganas, salgo afuera y no pasa nada. En esta empresa desde hace una
año y medio ya no se fuma. No hay zonas habilitadas en el
interior».
Antonio Menéndez Ramos y Bernat Gelabert fuman un pitillo junto
a la puerta de personal de GESA. Menéndez dice que «yo fumo unos
seis pitillos durante la jornada laboral. Prohibir el tabaco en la
empresa ha reducido el consumo, es verdad, aunque yo recupero los
cigarros no fumados por la tarde. Al final, acabo fumando lo mismo
de siempre. Lo más fastidioso de todo es que la gente, al pasar por
aquí te mira con mala cara, como si estuvieses haciendo algo malo.
Esto es lo que más me molesta. Antes, en la empresa había un cuarto
para fumar. Luego lo cerraron. Cada vez que salgo, tengo que
fichar».
Gelabert asegura: «No puedo salir veinte veces, esto es
obvio».
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