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Irán debe empezar a prepararse para sufrir las sanciones que establezca el organismo de control nuclear de la ONU, al cumplirse el plazo para suspender su programa nuclear. Ha tenido 30 días para frenar una actividad en unas instalaciones que siguen a pleno rendimiento. Una vez más, ha ignorado la disposición de la ONU y no ha hecho nada para ofrecer la transparencia y cooperación reclamada por Occidente para regresar a la mesa de negociaciones.

Ahora toca mover ficha al Consejo de Seguridad, quien tiene la difícil tarea de poner de acuerdo a sus miembros sobre la imposición de sanciones a Irán. La decisión no será nada fácil teniendo en cuenta el elevado precio del petróleo (Irán es el cuarto exportador del mundo) y los intereses económicos de China y Rusia.

De hecho, China es uno de los países que defiende a capa y espada una resolución diplomática a la crisis, en lugar de duras sanciones económicas, y Rusia ha recomendado públicamente paciencia con Irán. El momento vuelve a ser delicado. Dicho país ha vuelto a insistir en el uso de sus instalaciones nucleares para fines pacíficos, algo que viene repitiendo desde hace meses ante la clara desconfianza de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania.

Se ha terminado el plazo para frenar el enriquecimiento de uranio pero, dada la actitud iraní, nada hace presagiar que va a obedecer más resoluciones de la ONU, incluso la que se firme sobre una futura imposición de sanciones, si es que llegan.

Así las cosas, las decisión vuelve a estar el en tejado del Consejo de Seguridad. La apertura de una negociación es casi imposible y cada vez está más lejos una posible solución diplomática a la crisis.