Si bien es cierto que el crecimiento económico de España (un 3,7 por ciento) se mantiene en niveles que invitan al optimismo, no sería bueno caer en ese error. El ciclo de bonanza que estamos viviendo está amparado, en buena medida, en el consumo doméstico y en el impulso del sector de la construcción especialmente. La noticia del incremento del Euríbor hasta un 3,67 por ciento en el último día del mes de agosto no hace sino arrojar un jarro de agua fría sobre las perspectivas económicas a medio y largo plazo.
La subida supone un sensible encarecimiento de las cuotas hipotecarias que afronta la mayor parte de las familias de nuestro país y, además, puede conllevar un estancamiento del mercado inmobiliario y, por ende, una ralentización del sector de la construcción ante una demanda más reducida debido al incremento del precio de los créditos.
Estos factores sumados a una inflación del cuatro por ciento, muy por encima de la que registra la zona euro, hacen peligrar sobremanera la actual tendencia de la economía española, demasiado dependiente de éstos y sin haber sufrido las reformas estructurales precisas para conseguir una mayor competitividad.
Es cierto que son muchos los asuntos abiertos en el inicio del curso político, pero la economía debe ser una prioridad si no queremos vernos abocados a una situación de crisis o recesión, algo que algunos expertos aseguran que aún no se ha producido debido a nuestra pertenencia a la moneda única, lo que sirve como colchón amortiguador, pero sólo durante un tiempo. En cualquier caso, sería conveniente no aparcar un asunto de tanta importancia con consecuencias evidentes para todos los ciudadanos.
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