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Robert Gates, futuro secretario de Defensa de Estados Unidos y, por tanto, candidato a suceder a Donald Rumsfeld, ha admitido que su país no está ganando la guerra en Irak, afirmación que los estadounidenses esperaban desde hace tiempo y que era y es una realidad desde hace más de un año. Además, este reconocimiento de que las cosas no van bien viene acompañado por las tajantes conclusiones del «informe Baker», en las que desmonta la actitud de Bush y afirma que cualquier acción en Irak está condenada al fracaso si no está sostenida por el consenso.

En la primera audiencia para la confirmación en su nuevo cargo, Gates afirmó estar dispuesto a considerar nuevas ideas para dar un vuelco a la violencia que sufre todo el pueblo iraquí. Esta actitud, menos radical y más cercana a los estadounidenses, coincide con los malos resultados electorales cosechados por los republicanos en las últimas elecciones legislativas celebradas en EEUU. A poco más de un año para los comicios presidenciales, la más que firme actitud demostrada durante los últimos años por parte de Rumsfeld, ha dado paso al público reconocimiento y a la «humillación» política de reconocer que EEUU no ha acertado en sus decisiones.

Está claro que Gates va a adoptar un nuevo enfoque en Irak, algo que quiere hacer de forma inmediata, antes de que estalle una guerra civil en el país y todo se complique todavía más. Los atentados sectarios son diarios en las ciudades iraquíes y el clima de odio confesional se ha incrementado en los últimos meses. Gates va intentar poner freno a esta caótica situación y, si falla, no habrá sido por no pedir consenso para suavizar un clima de por sí al borde de la guerra civil.