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A la Academia de Artillería de Segovia, ubicada en un viejo convento cerca del acueducto, fuimos ver a alféreces mallorquines, Alba, de 5º curso, y Rosselló, de 4º, a quien conocimos hace un año cuando estuvimos en la Academia Militar de Zaragoza. Alba no se encontraba en la Academia, en una de cuyas aulas Rosselló acababa de comenzar la primera clase de la mañana. Como teníamos una hora por delante, y Alba estaba en la «Bateria», sito en las afueras de Salamanca, hacia allí nos dirigimos, acompañados por el capitán Perales. Daniel Alba Amengual es de Palma, del Polígono de Levante, y ex alumno de San Agustín. Nos confesó que en la selectividad «vi que no me apetecía estudiar ninguna carrera civil; lo que a mí me gustaba era ser guardia civil, como mi padre», y que éste, guardia civil raso, viendo que el chico era buen estudiante, le convenció para que ingresara en la Academia General, «y si tenía suerte, y había plaza -me dijo- eliges la Guardia Civil».

El ingreso le costó tres años. Lo intentó dos veces desde la escuela preparatoria de Ronda, y falló. Pero a la tercera, desde una escuela de Madrid, lo consiguió. El resto ha sido cuestión de dejar correr los años, tres en Zaragoza, y uno, más el que lleva de éste, en Segovia. «A la hora de elegir cuerpo, como se hace por escalafón y notas, la Guardia Civil me quedó lejos, ya que otros que estaban por delante de mí eligieron. Así que opté por Artillería, un Arma que siempre me gustó, y más después de haber estado tres años en la Academia General donde ves cómo son las Armas y Cuerpos».

Si no hay ningún contratiempo, en julio recibirá el despacho y las dos estrellas de teniente, y entonces, a lo mejor, intenta que le destinen a Balears. «Pues creo que no podrá ser. Primero, porque ir a Palma no es fácil, y segundo porque me gusta viajar, conocer sitios nuevos. Por eso... Palma, por ahora, no... Tal vez más adelante, cuando sea comandante y tenga una familia». Tampoco piensa en seguir estudiando una vez que haya conseguido el despacho, «entre otras cosas, porque tras cinco años de estudios no está demás tomarse un pequeño descanso, aunque ésta es una carrera en la que continuamente estas haciendo cursos, pero... ¡qué sé yo! ¿Estado Mayor...? Seguramente me lo plantearé cuando sea comandante». El alférez Alba ha abandonado la clase y nos acompaña al campo de instrucción donde otros alumnos están haciendo prácticas con cañones de montaña, «prácticas de dirección del tiro -aclara-, con las cuales llevas a la práctica muchos de los conocimientos que adquieres en Geometría. En realidad, todas las clases teóricas que recibimos tienen su parte práctica». Cuenta que un día en la Academia se reduce al horario. «Después de levantarnos, ordenar las camaretas, asearnos y desayunar, comenzamos las clases, y no paramos hasta el almuerzo. Tras un pequeño descanso para almorzar, reanudamos las clases hasta las cinco de la tarde. A partir de ahí, tiempo libre, que generalmente dedicamos al estudio, pues estás sometido constantemente a evaluaciones».