El diputado socialista Antoni Diéguez, uno de los que más debates ha tenido con él a lo largo de toda esta legislatura, dijo recientemente en el Parlament: «Sin Rodríguez no hay Matas». Cuando se dice «Rodríguez», debe entenderse «José María Rodríguez», conseller d'Interior del Govern balear y secretario general del Partido Popular de las Islas. Al conseller y alto dirigente del PP, a diferencia de lo que sucede con otro Rodríguez, en este caso Rodríguez Zapatero, no le hace falta un segundo apellido para que se le reconozca. El puede presumir de ser Rodríguez, a secas.
Es difícil descifrar exactamente el sentido de la frase pronunciada por el diputado socialista, pero todos los partidos -todos, sin excepción- saben que Rodríguez es una pieza clave en la estructura del PP balear. El presidente de la formación política, Jaume Matas, necesita a Rodríguez. Y viceversa.
En más de una ocasión, diferentes dirigentes de los partidos de la oposición han asegurado que si tuviesen un 'rodríguez' en sus filas, puede darse por seguro que el PP no hubiese permanecido tanto tiempo en el poder. Y la verdad es que no les falta razón. Algunos incluso intentaron competir con él en la época en que el ahora conseller dirigía Palma, con el resultado de un fracaso estrepitoso, a la vista de quién se sienta en el gobierno y quién en la oposición en el Ajuntament.
Rodríguez es todo un personaje. No es un buen orador, desde luego, pero tampoco es una presa fácil para la oposición en los debates parlamentarios. Entre bambalinas, el secretario general del PP se mueve como nadie; ha recorrido miles de kilómetros para reorganizar juntas locales, asistir a cenas de partido y preparar campañas. El ex alcalde Joan Fageda sabe como ningún otro qué función tan esencial cumplía Rodríguez en el Ajuntament de Palma y en la organización del PP en la capital.
Con estos antecedentes, Matas sabía perfectamente qué función cumpliría Rodríguez cuando le nombró secretario general del PP, mientras él apuraba su etapa como ministro de Medio Ambiente en el Gobierno de José María Aznar. Hasta ese momento, la organización interna en el PP era bastante catastrófica. Su alianza con el todopoderoso conseller, con el hombre clave de los populares, dio un éxito apabullante al PP, como lo demuestra la mayoría absoluta alcanzada por el partido en las pasadas elecciones contra todo pronóstico.
Para la oposición sería una magnífica noticia que Rodríguez dejase la secretaría general del PP y que dejara el Govern. Por muchas razones, no sólo políticas. Resulta incómodo, sabe mucho, y es posible que, en alguna ocasión, pueda verse mezclado en asuntos poco claros.
Y aquí aparece Andratx. Su papel en este caso tiene luces y sombras; hay muchas cosas todavía que no están nada claras, pero Rodríguez tiene el apoyo incondicional de los suyos, que no es poco. Pase lo que pase, puede darse por seguro que tendrá un lugar de honor en la historia del PP balear. Qué pregunten a Gabriel Cañellas o al propio Matas. En una ocasión, el president llegó a decir de su secretario general que era «un fenómeno». Lo dijo Diéguez: «Sin Rodríguez no hay Matas» y, por el momento, con Matas hay Rodríguez.
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