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Balears está afrontando una temporada turística con unos indicadores positivos en líneas generales. Cada isla tiene sus propias particularidades, de ahí que surjan voces discrepantes en algunos sectores sobre actividad económica, gasto turístico y cifra de visitantes. Estamos ante un verano récord en muchos aspectos y en el que el turismo residencial, que necesita ser regulado urgentemente en todas las Islas para evitar el fraude fiscal y la competencia desleal a la oferta de alojamiento reglada, está teniendo un protagonismo especial. Nos hemos convertido ya en la Florida para los ciudadanos europeos y somos para el mercado español un destino más que deseado. Estamos de moda y esto no lo discute ningún operador turístico, más aún a tenor del volumen de negocio que se está generando. Todavía es pronto para realizar un balance, pero a mitad de la temporada alta los registros, tanto en restauración, comercio, oferta complementaria como en hostelería, son superiores a los del pasado año, que fue récord en cifra de visitantes, ingresos por turismo y ocupación laboral. El horizonte turístico está despejado y el actual presidente del Govern, Francesc Antich, tiene muy claro que no hay que adoptar ninguna medida que entorpezca este futuro tan halagüeño. Ante esta coyuntura, tampoco hay que cerrar los ojos a los problemas estructurales que afectan a la economía balear, provocados en gran medida por la alta estacionalidad. Esta es una asignatura pendiente desde hace varias legislaturas y la única forma de poder paliarla es lograr, poco a poco, alargar al máximo la temporada y disponer de las herramientas adecuadas para captar cuota de mercado durante los meses de invierno. 2007 va a ser un año récord, pero hay que sentar las bases para que 2008 transcurra por los mismos derroteros de rentabilidad, calidad y mejora de servicios.